martes, 25 de noviembre de 2008

Y el estilo epistolar aún puede dar sus frutos

La sapiencia del búho (ensayo y práctica de un cuento usando estilo epistolar)

Queridos hermanos:

Ya casi es mi tiempo, y hay algunas cosas que por el bien de todos quiero y debo decir antes de partir. Y las digo por escrito, para que así se puedan recordar mejor, para que así nadie tenga el pretexto de poder decir que las olvidó.

Hoy como tantas otras veces, la tarde de sábado cayó sobre la ciudad con sutiles y frescos reflejos naranja y rosa, anunciando un domingo con un muy buen tiempo.

Lentamente se fueron apagando los resplandores y los colores, para dar paso a las sombras y a los ruidos y al misterio y a los aromas. Lentamente la jornada se fue aquietando, lentamente cada uno de nosotros fue tomando su lugar.

Ruidos metálicos, incisivos, chirriantes, por momentos se escuchan distantes. Ruidos repetidos de cerrojos que ceden y de motores que arrancan. Ruidos que se esperan, puntuales, constantes, regulares.

Ruidos que se aguardan con ansia, que se anhelan, y que se temen. Ruidos que en diversos momentos despiertan sentimientos contrapuestos: por un lado anuncian la llegada del alimento; por otro recuerdan el encierro y la poderosa mano del carcelero; por otro provocan alerta y recelo por ser ignorado su origen; por otro invitan al descanso por señalar que el peligro está lejos.

Todas las noches del zoológico son parecidas, menos las noches de los sábados. Esas noches especiales respiran una particular tensión y una emoción mal contenida. ¡Ciertamente no es para menos! Es que el domingo es el gran día.

Nosotros, los habitantes del zoológico, tenemos todos nuestros propios códigos, que son distintos a los de los animales en libertad.

Aquí el rey no es el león, como podría suponerse. Las habilidades propias del rey de la selva no son útiles en la ciudad. Aquí los leones no deben correr ni cazar a nadie. Sus potentes garras no ofrecen riesgo detrás de las rejas o a lo lejos tras los fosos.

Sin embargo, sin duda mucho ha obtenido poder aquél que desarrolló capacidades que lo asemejan al hombre, que es quien domina en esta parte del mundo. Armas como seducción, astucia, inteligencia, gracia, simpatía, son muy valiosas aquí.

Por eso el mono es rey. Sin duda fue quien mejor supo adaptarse a este medio, y quien mejor logró ganarse la confianza y simpatía de los humanos. Y por eso es quien los conoce más. Sabe sus gustos, sus preferencias, sus debilidades, y gracias a ese conocimiento con relativa facilidad puede obtener lo que quiera.

La competencia por la comida, la lucha por sobrevivir, la búsqueda de cobijo, la incertidumbre por lo inesperado y peligroso. Nada de eso existe aquí.

Lo que prima es un espíritu común de solidaridad y cooperación entre nosotros los animales, que excede los propios límites de las jaulas. Una íntima sensación compartida de encierro, de prisión, de arbitrariedad, de condena a cadena perpetua sin juicio en tiempo y forma y sin juez.

Pero sin duda los domingos son diferentes. Pero sin duda en los domingos hay un cambio. Los domingos sirven para hacer menos pesada nuestra condena.

Casi todos los días el zoológico recibe visitantes, pero el domingo es el día esperado. Los animales nos preparamos con dedicación. Nos higienizamos. Nos acicalamos. Nos practicamos en nuestras mejores artes y habilidades, para al día siguiente no defraudar. Nos preparamos para recibir a la gente con nuestras mejores galas, como quien se arregla para una fiesta, o para un deslumbrante espectáculo.

El domingo es sin duda el día del gran evento, el esperado día del colorido y carnavalesco desfile.

He pasado la mayor parte de mi vida en este lugar, y por momentos he tenido la suerte de estar del otro lado de las rejas, llevando mensajes de jaula en jaula, escuchando historias, y a veces también siendo parte de ellas.

Como buen búho, he sabido mantener los ojos bien abiertos, y he mirado atentamente todo cuanto pasó en mi derredor. He podido observar casi casi como tarea exclusiva, a los seres que transitan frecuente o esporádicamente por este lugar, y antes de morir mis amigos, quisiera transmitir a ustedes mis descubrimientos. Sé que poco me queda ya porque siento a la muerte rondando cerca, y no quisiera irme sin compartir con vosotros, mis queridos animales del zoo, la modesta ciencia que he aprendido.

De todo lo que he visto, escuchado, y vivido, con certeza puedo asegurar mis hermanos, que entre ellos vuestros carceleros y vuestros ocasionales visitantes, encontraréis prisioneros aún más esclavos y sumisos que entre nosotros mismos.

Mientras nosotros podemos palpar los barrotes de nuestras jaulas, ellos cargan con sus celdas desde dentro. Arrastran por la vida sus cadenas, y a cada paso quitan eslabones que limitan el tranco y empequeñecen el trayecto. Y a veces ellos no tienen real conciencia de lo que está pasando, mientras que nosotros a cada instante palpamos y entendemos nuestra real condición.

Muchos de ellos encajonan su existencia entre las paredes de grises oficinas, y castigan su cuerpo ciñéndolo con ropas incómodas pero supuestamente “adecuadas” a la ocasión. También aprisionan sus cuellos tal como a veces hacen con sus mascotas, y se obstinan en usar zapatos no adecuados para la marcha.

Y otros corren tras el dinero, el poder, la gloria, o tras alguna otra estilizada figura de moda, invirtiendo su vida en pos de esos logros, sin darse cuenta que esa vida invertida no vuelve, y quizás, si finalmente obtienen lo que deseaban, puede que ya sea demasiado tarde para poder disfrutar o utilizar lo obtenido, y ya no les sirve.

Hay quienes hipotecan el alma al lado de quien no aman, y muchos de ellos cuando consiguen liberarse de ese yugo, los domingos pasean sus culpas junto a sus crías por entre estas jaulas, para volver a dejar ambas cosas hasta el siguiente fin de semana.

Algunos hombres y mujeres se afanan por exhibirse orgullosamente con sus humeantes cigarrillos entre los dedos, pensando que así muestran su modernidad, su esnobismo, su lustre, su adultez, su libertad, su posición de liderazgo o supremacía, vanos sentimientos y sensaciones que de poco sirven.

Y aún peor, otros hombres y mujeres prefieren lacerarse consumiendo sustancias aún más nefastas, que sin duda los esclavizan y engañan, y que por fugaces instantes les mienten libertades que no poseen, y alegrías que no logran atrapar.

Unos y otros y en algún momento se sumergen en abismales frustraciones y angustias. Unos y otros, presos de sus adicciones y como hipnotizados o embrujados, invariablemente regresan a ellas. Unos y otros lamen y huelen sus sustancias adictivas, tal como entre nosotros los que más se humillan lamen y huelen las manos de los carceleros.

Y otros, dominados por la frustración y la violencia, acometen furibundamente sobre sus congéneres, a veces sólo con amenazadores gruñidos y rugidos, y a veces con un ensañamiento tan atroz, como ninguna bestia sobre la tierra sería capaz de perpetrar contra un miembro de su propia especie.

Tantas cosas he visto en estos años‼ Tantas cosas podría relatarles con lujo de detalles‼ Tantas cosas podría yo narrarles mis queridos hermanos‼ Tantas cosas podría yo decir, que seguro ustedes quedarían de boca abierta‼

Altivos y gallardos caballeros munidos de ostentosos cuernos, detenidos en plan de mofa delante de la zona de alces y ciervos.

Padres que se agrandan frente a sus crías, y que son capaces de decir o de hacer cualquier disparate.

Rastreras criaturas, obsecuentes y traicioneras, que con cara de asco y marcha lenta recorren el serpentario.

Personajes siniestros y a la vez burlones natos, comentando con desdén las perversas aptitudes de hienas y chacales.

Seres que fruncen la nariz cuando una ráfaga de viento les lleva nuestro aroma, y que luego son capaces de comer cualquier porquería en la fonda de enfrente.

Y qué decir de esos con aire de inteligentes, que se exhiben arrogante y orgullosamente frente a burros y asnos. O de esos que displicentes hacen gráciles movimientos con sus brazos y manos, señalando así sus respectivas figuras frente al estanque de los hipopótamos. O de esos que con sorna enseñan sus colmillos a las morsas.

¿Será que esta gente es tan estrecha de mente, que no concibe otra manera de divertirse que haciendo morisquetas y presumiendo en el zoológico? La visita a nuestro barrio para ellos debería ser la gran experiencia de sus vidas, y no algo banal e intrascendente que puede tomarse a la chacota. Con decirles algo mis amigos, que algunos de ellos hasta han intentado burlarse de mí, imitando mis gráciles y ágiles movimientos de cabeza.

No voy a cometer uno de los errores más repetidos que he podido observar en los humanos, generalizando mis conceptos más allá de lo justo y razonable, pero son indudablemente muchos los que sin residir aquí, con resignación pasean sus jaulas de gruesos barrotes incrustados en su propia carne.

Si realmente queréis descubrir la verdad mirad a sus ojos. Sólo allí podréis hallar la verdad. Sólo en sus ojos veréis si verdaderamente se trata de un ser libre o no.

Y cuando por casualidad encontréis uno de esos escasos especimenes humanos que aún son libres, deberíamos amigos míos sentirnos reconfortados, porque os aseguro sin temor a equivocarme, que es mucho más difícil ser libre para ellos en medio de su selva humana repleta de envidias y hormigón, que para nosotros en medio del zoológico lleno de rejas y de fosos.

Poned mucha atención mis amigos. Mañana es domingo. Mañana es el gran día. Mañana es el día del esperado y florido desfile.

Hombres, mujeres, y niños, ofrecen ellos una exhibición singular y vistosa a los atentos espectadores que aquí vivimos. Humanos de todo tipo, clase, tamaño, color, condición social, e inclinación sexual, por horas circulan pacientemente frente a nosotros los animales.

Todo esto quería decirles mis hermanos. Sobre todo esto quería llamarles la atención.

Y no se dejen confundir. Y no se dejen engañar con inocentes ardides o con falaces argumentaciones que de poco sirven y consuelan.

Recuerden siempre que la libertad se lleva dentro. Recuerden siempre que la libertad se lleva en los corazones.

Recuerden siempre estos consejos. Recuerden siempre estas palabras. Y hasta siempre mis amigos, hasta siempre mis hermanos, hasta siempre.

Comentarios sobre el escrito “La sapiencia del búho”

La riqueza de sugerencias sobre contradicciones observadas desde fuera de nuestra estructura social, en esta obra ciertamente es tal que nos inhibe de enumerarlas todas y de comentarlas todas, en mérito a la brevedad deseada.

En este escrito fantasioso, imaginativo, lúdico, experimental, sin duda hace referencia a la insaciable y contradictoria sociedad consumista en la que estamos inmersos.

Allí también se plantea lo absurdo de los prejuicios que con frecuencia invaden a las personas, el miedo al que dirán, la aprensión de sentir que otros le critiquen o que le miren como bicho raro, el temor a sentirse rechazado o excluido, el temor a sentirse diferente.

Tal vez lo que podríamos hacer para mejor apreciar la calidad de este escrito y su riqueza de diferentes lecturas, sería organizar una reunión lúdica con familiares y amigos. Y allí leer “La sapiencia del búho” un par de veces, y luego ponerlo a debate, y luego pedir opiniones y comentarios.

Sería interesante observar las reacciones de un auditorio como el indicado, cuando por segunda o tercera vez escuchan esa parte del escrito que alude a los paseantes que se burlan de alces y ciervos, que alude a los padres que aparentan ser más incluso frente a sus hijos, que alude a los visitantes del serpentario que parecen más reptiles que los animales allí exhibidos, que alude a los personajes que al igual que hienas y chacales tienen apariencia de traidores y perversos, que alude a las personas que la van de finas y delicadas a pesar que son capaces de comer cualquier porquería o de hacer cualquier otra chanchada.

Sería muy interesante observar desde fuera a un auditorio como el indicado, describiendo con detalle cuándo y de qué forma ríen al escuchar “La sapiencia del búho”, y recogiendo todas y cada una de las interpretaciones y conclusiones que ellos son capaces de elaborar.

Terminamos aquí esta corta y jugosa crítica literaria, incentivando al lector a que efectivamente haga una experiencia lúdica como la que venimos de señalar. Verá lo interesante que es. Verá lo novedoso de ciertas opiniones.

Análisis de unas pocas frases de una buena obra

Mil novecientos ochenta y cuatro

Era un luminoso y frío día de abril, y los relojes daban las trece. Winston Smith, con la barbilla clavada en el pecho en su esfuerzo por burlar el muy molesto viento, se deslizó rápidamente por entre las puertas de cristal de las Casas de la Victoria, aunque no con la suficiente rapidez para evitar que una ráfaga polvorienta se colara con él.

El vestíbulo olía a legumbres cocidas y a esteras viejas. Al fondo, un cartel de colores, demasiado grande para hallarse en un interior, estaba pegado a la pared. Éste era ocupado casi en su totalidad por un enorme rostro de más de un metro de anchura: la cara de un hombre de unos cuarenta y cinco años, con un gran bigote negro y facciones hermosas y endurecidas.

Winston se dirigió hacia las escaleras. Era inútil intentar subir en el ascensor. No funcionaba con frecuencia, y además en esta época la corriente se cortaba durante las horas diurnas. Esto era parte de las restricciones con que se preparaba la Semana del Odio.

Necesariamente tenía que subir a un séptimo piso. Con sus treinta y nueve años y una úlcera de várices por encima del tobillo derecho, subió lentamente y descansando varias veces.

En cada descansillo y frente a la puerta del ascensor, el cartelón del enorme rostro miraba desde el muro. Era uno de esos dibujos realizados de tal manera que los ojos le siguen a uno adondequiera que vaya. “EL GRAN HERMANO TE VIGILA”, decía la leyenda al pie.

Análisis de algunas frases de “Mil novecientos ochenta y cuatro”

En la sección anterior ya fueron transcriptos los cinco primeros párrafos de esta obra.

Se tratará aquí de hacer un análisis superficial y breve de estos párrafos, como una primera aproximación.

Por cierto que la hilacha de buen escritor de George Orwell se observa desde estas primeras frases.

El recurso que reiteradamente se usa en esos párrafos, es el de no decir las cosas directamente, sino obligar al lector a formar su propia composición de lugar en base a los signos y síntomas que se describen.

Véase por ejemplo la forma elegida por el escritor para dar precisiones sobre la fecha y la hora.

Véase también cómo se señala que el día está ventoso, dando detalles más o menos intrascendentes sobre la forma que adopta el protagonista para protegerse del viento, y la forma como el viento penetra en el condominio cuando se abren las puertas de cristal.

Véase también cómo se indica que el hombre tenía dificultades para caminar, y que por tanto le era penoso subir muchos pisos por las escaleras.

Véase la forma retenida para hacer explícito que se debían subir muchos pisos.

Una característica usual de muchos cuentos es la de decir las cosas en forma bastante directa, para así instrumentar economía de medios, para así lograr que el escrito finalmente no resulte ser demasiado largo.

En “1984” indudablemente Eric Arthur Blair no se preocupa por orquestar economía de medios. Claro, podría señalarse que esta interesante obra de este escritor británico es una novela y no un cuento. Sin embargo, existen cuentos en los que también se aplica esta misma técnica, como por ejemplo lo hace Julio Florencio Cortázar en “Continuidad en los parques”.

Para no sacar otro ejemplo del texto que aquí se analiza, bien podría señalarse que este recurso equivale a no decir directamente que la mujer de nuestros sueños es desordenada, sino describir su dormitorio indicando que se podía ver un sostén por aquí, las pinturas labiales entreveradas con los lápices por allá, y otras cosillas de similar tenor. Y como broche de oro añadiendo por ejemplo que en la alcoba de esta dama también había una escoba de alambre para césped, o sea allí ubicando un objeto que debería estar en un garaje o en un cuartito de herramientas, pero no en un cuarto de dormir.

Esta estrategia de no decir las cosas directamente sino dejar que el propio lector sea quien las descubra, es además especialmente conveniente cuando también se desea obligar al lector a que a lo largo de la obra varias veces reelabore sus interpretaciones y sus suposiciones.

Por ejemplo en “Cartas de mamá”, Cortázar primero anuncia que Nico tiene o tuvo un problema, introduciendo así la existencia del conflicto aunque sin dar entonces mayores precisiones. Varios párrafos más abajo se indica que Luís y Nico se pelearon, más tarde aún se advierte que ambos son hermanos, más tarde aún se señala que lo que los distancia es el robo de una novia ahora transformada en esposa de Luís.

Esta estrategia de decir las cosas por entregas, en episodios, es particularmente útil para mantener al lector muy atento e interesado en la obra, y por cierto esta técnica solamente puede ser aplicada cuando las situaciones no se dicen en forma muy directa y diáfana. Pero además, esta forma de expresarse a media lengua es la que también facilita los escritos de final abierto, recurso muy utilizado por muchos escritores, y especialmente útil para así imponerse al lector induciéndolo a que piense y reflexione.

Bien, ya se han expresado unos cuantos comentarios relativos a los primeros cinco párrafos de “1984”, así que el objetivo de elaborar un análisis breve y primario sobre estas frases sin duda está razonablemente bien cumplido.

Con más tiempo y con otro espíritu, volveremos sobre este asunto a efectos de lograr enfoques más elaborados y profundos.

Otro análisis sobre frases de “Mil novecientos ochenta y cuatro”

En cuentos, en ensayos, en escritos de todo tipo, el manejo del humor suele ser un ingrediente interesante, novedoso, estimulante, ya que atrae la atención del lector, le distiende, le provoca interés en lo que está leyendo y le incita a continuar leyendo.

Así que comenzaré el presente ensayo con un poco de humor, para así iniciar estas líneas en una forma un tanto atípica y poco ortodoxa.

Carlos, el conductor de un taller literario virtual el cual regularmente sigo, precisamente sugirió la conveniencia de hacer este ejercicio, aconseja e insiste en señalar que la brevedad es un mérito, especialmente cuando se analiza y comenta el trabajo de un compañero, o cuando esto se hace respecto de un texto de un escritor exitoso.

En efecto, la verborragia es un defecto que claramente tienen los aprendices de escritores, así que hay que parar las orejas cuando Carlos se refiere a este asunto en estos términos. En líneas generales Carlos así está dando un buen consejo.

Pero por otra parte y en nuestro caso particular, hay también otra importante razón para seguir este consejo, puesto que si no se actúa de esta forma, puesto que si en el taller generamos narraciones y ensayos demasiado largos, ello hace impracticable la discusión de los mismos en nuestras sesiones de Chat. En nuestro caso específico, esta recomendación tiene pues también un claro ingrediente pragmático, una clara necesidad práctica.

La lógica argumental manejada por Carlos es de una claridad tan diáfana, que inhibe cualquier intento de rebatirla. Los escritos largos suelen aburrir al lector.

Estimado Carlos: «Ciertamente tú tienes razón. Ciertamente tú tienes razón sobre este punto, pero así también demuestras una gran ingenuidad.»

Mi querido y estimado Carlos: ¡Cómo se te ocurre pedirle a un ingeniero con veleidades de escritor, que tenga bien desarrollado su poder de síntesis! ¡Si es más fácil pedirle peras a un olmo, que expresión breve y sintética a un ingeniero!

Durante sus estudios, quien sigue la carrera de ingeniería debe cumplir un adiestramiento lógico-deductivo de singulares características, pero por encima de todo se le enseña a ser muy analítico y detallista. Un ingeniero debe preverlo todo, debe analizarlo todo, debe considerarlo todo.

No en vano en la currícula de estudios de esta carrera universitaria, no existe ninguna materia que se llame: Matemática, sino que hay materias con títulos tales como: Análisis Matemático I, Análisis Matemático II, Análisis Matemático III, Teoría del Cálculo, Análisis Numérico, Cálculo Infinitesimal, Geometría Analítica, Geometría Proyectiva, Geometría Descriptiva, Espacios Normados, Teoría de la Numeración, Números Complejos y Transfinita, Introducción a la Topología e Introducción al Álgebra, Álgebra de Boole y Teoría de la Información, Algorítmica, Teoría de Conjuntos, Análisis Tensorial, Teoría General de Sistemas, Teoría de la Relatividad y Física Cuántica, etcétera, etcétera, etcétera.

Lo que el autor de estas líneas suele hacer ante los pedidos de Carlos, es tratar de cumplir con lo solicitado de la mejor manera posible, y luego repasar quitando frases enteras y simplificando otras. Aún así, a pesar de que así se suele eliminar más de la mitad de lo escrito, el resultado final suele ser un documento de abultada apariencia.

Hecho este introito de disculpas por la singular extensión de lo que sigue, pasaré a analizar los cinco primeros párrafos de “1984”. ¡Y verán lo que cinco inocentes párrafos pueden llegar a generar!

En un análisis superficial y primario de estos párrafos, se advierte de inmediato que el escritor evita decir las cosas en forma directa, prefiriendo más bien dar indicios aquí y allá, para que de esta forma y poco a poco, el lector vaya construyendo su propia y personal composición de entorno y de situación. La ventaja de este planteamiento sin duda es la de mantener viva la atención del lector, a la par de crear una atmósfera de tensión, misterio, incertidumbre, fruto de las informaciones omitidas, y fruto de los datos proporcionados que admiten dos o más interpretaciones posibles.

Antes de llevar el análisis más lejos, aquí efectuamos el ejercicio de reescribir estos cinco primeros párrafos, tratando precisamente de desmontar esta técnica de informaciones sugeridas o dichas a media lengua. De lo que se trata es pues de obtener otros cinco párrafos que digan más o menos lo mismo que los originales, aunque expresando las ideas en forma explícita y no en forma indirecta o incompleta. Por cierto, deberá tratarse que los nuevos párrafos también se encuentren bien redactados, y que ellos también provoquen cierta tensión y cierto misterio, lo que en alguna medida puede lograrse con la llamada técnica de la suspensión o técnica de la dilación, figura retórica que consiste en diferir en todo lo posible la referencia explícita a un sujeto o a un concepto, para así inducir ansiedad en el lector (evidentemente esto se logra colocando los términos claves al final de las oraciones, o incluso sustituyendo alguno de ellos por algún pronombre y transfiriendo ese vocablo a la siguiente frase).

1. Era un luminoso y frío día de abril, y los relojes daban las trece. Winston Smith, con la barbilla clavada en el pecho en su esfuerzo por burlar el muy molesto viento, se deslizó rápidamente por entre las puertas de cristal de las Casas de la Victoria, aunque no con la suficiente rapidez para evitar que una ráfaga polvorienta se colara con él.

1. Era un ventoso y frío día de abril al mediodía. Las Casas de la Victoria se encontraban en un polvoriento suburbio. El entorno lucía descuidado, y el citado residencial con toda evidencia estaba mal mantenido. Winston Smith entró por la puerta principal de la edificación, con una ligera dificultad debido al viento en ese momento imperante.

2. El vestíbulo olía a legumbres cocidas y a esteras viejas. Al fondo, un cartel de colores, demasiado grande para hallarse en un interior, estaba pegado a la pared. Éste era ocupado casi en su totalidad por un enorme rostro de más de un metro de anchura: la cara de un hombre de unos cuarenta y cinco años, con un gran bigote negro y facciones hermosas y endurecidas.

2. Ya en el vestíbulo con claridad percibió olores desagradables y nauseabundos. Y para colmo, desde el fondo le observaba un hombre de unos cuarenta y cinco años y bigote negro. El enorme rostro de facciones hermosas y endurecidas, estaba estampado en un afiche a colores pegado a la pared. Las dimensiones de este cartel sin duda desentonaban.

3. Winston se dirigió hacia las escaleras. Era inútil intentar subir en el ascensor. No funcionaba con frecuencia, y además en esta época la corriente se cortaba durante las horas diurnas. Esto era parte de las restricciones con que se preparaba la Semana del Odio.

3. De inmediato el hombre se dirigió a las escaleras. No valía la pena comprobar si el ascensor funcionaba o no, pues su vetustez indicaba que estaba fuera de servicio. Además, en ese tiempo la corriente se cortaba durante las horas diurnas, como parte de las restricciones que preparaban la Semana del Odio.

4. Necesariamente tenía que subir a un séptimo piso. Con sus treinta y nueve años y una úlcera de várices por encima del tobillo derecho, subió lentamente y descansando varias veces.

4. Antes de comenzar a escalar Winston exhaló un largo suspiro, pues debía subir al piso siete. Con sus treinta y nueve años ya no era ningún jovencito, y además tenía problemas circulatorios y dificultades para caminar. Así que subió lentamente y descansando varias veces.

5. En cada descansillo y frente a la puerta del ascensor, el cartelón del enorme rostro miraba desde el muro. Era uno de esos dibujos realizados de tal manera que los ojos le siguen a uno adondequiera que vaya. “EL GRAN HERMANO TE VIGILA”, decía la leyenda al pie.

5. El enorme cartelón de enorme rostro se repetía en cada piso. El dibujo estaba hecho con maestría, pues los ojos de esa figura parecían mirar al visitante adondequiera que éste fuera. Y una leyenda al pie rezaba “EL GRAN HERMANO TE VIGILA”.

Las frases que se alternan convenientementes numeradas, son muy elocuentes en mostrar los modos de expresarse en forma subrepticia y velada, frente a las formas algo más directas y explícitas de decir, así que se entiende que con lo hecho esta cuestión debe de haber quedado relativamente bien planteada y comprendida.

Otro de los asuntillos a remarcar concierne al primer párrafo, el que contiene dos frases solamente, una bastante corta que básicamente alude al mes del año y a la hora, y otra bastante larga, la que para más precisión se transcribe en las siguientes líneas.

A. Winston Smith, con la barbilla clavada en el pecho en su esfuerzo por burlar el muy molesto viento, se deslizó rápidamente por entre las puertas de cristal de las Casas de la Victoria, aunque no con la suficiente rapidez para evitar que una ráfaga polvorienta se colara con él.

Sin duda aquí se está marcando un desequilibrio, sin duda aquí se está provocando una singularidad. Una de las recomendaciones más frecuentes que se hacen a los escritores principiantes, es que eviten las frases largas y complejas, pues ellas a veces son difíciles de comprender y cansan al lector.

Con toda certeza ésta es una recomendación bastante sabia. Sin embargo el autor de “Nineteen Eighty Four” se tiró al agua, se arriesgó, y ya en el primer párrafo emplea una estructura gramatical compleja, que sin duda no es de las más frecuentes. No obstante ello, no obstante actuar en forma contraria a lo que la prudencia aconseja, esta frase larga se comprende, y aún dicha a viva voz no provoca esfuerzo en quien lee y dice, pues las comas están colocadas a espacios regulares, separando las dos oraciones subordinadas del resto, y cortando en dos a la oración principal. Obsérvese la longitud de estas oraciones: las dos oraciones secundarias son de una longitud apenas inferior a la de un renglón, y la oración principal apenas si es un poquito más larga al unir sujeto y complemento.

Sin duda con este comienzo bastante atípico y original, el escritor Eric Arthur Blair está mostrando su hilacha, está exhibiendo su temple, está poniendo en evidencia sus cualidades y habilidades como escritor (y eso que la versión que aquí se analiza es una traducción).

De este primer párrafo también podría decirse que no es la forma típica y más frecuente de iniciar una obra.

En efecto, pensemos por ejemplo en un dibujante que quiere dibujar un vaquero a caballo con un revólver en la mano. Ciertamente el dibujante comenzará primero por bosquejar la silueta de los dos cuerpos dentro de la hoja de papel, para no fallar en las proporciones, para encuadrar mejor el conjunto. A ningún dibujante se le ocurriría comenzar primero por los detalles, comenzar primero por dibujar el pasto y el revólver.

Está bien, es cierto que un escritor tiene más libertad que un dibujante en cuanto al orden de los factores que debe combinar. De todas maneras, no es infrecuente que una obra comience por un esbozo o por una descripción global del entorno físico donde se van a desarrollar los hechos, o de la problemática que se piensa tratar, o del conflicto planteado, o que se comience presentando a los personajes. Pero no, en “1984” el autor inicia el relato enumerando detalles menores e intrascendentes, sin preparar al lector para lo que va a recibir, sin decirle: “Agua va”.

Otro asuntillo concierne la aplicación de la figura retórica llamada paralelismo o replicación.

Esta figura retórica consiste en repetir una misma construcción sintáctica y/o en repetir palabras y expresiones, y/o en repetir o replicar tiempos verbales. Este recurso se puede usar para reforzar la idea de aburrimiento, o de soledad, o de nostalgia, o de tristeza, o de desesperación, o de resignación, etcétera.

También se puede usar este recurso literario para buscar algún efecto fonético especial, para marcar ritmo, para marcar sonoridad (ésta es una técnica utilizada en la prosa, para lograr un efecto sonoro y un ritmo similares o que hacen recordar a los que se presentan en el verso).

Simplemente para ejemplificar, se transcriben seguidamente un par de frases tomadas de un cuento de un conocido escritor latinoamericano, y en donde precisamente se aplica esta figura retórica.

«Los perros no debían ladrar y no ladraron. El mayordomo no estaría a esa hora y no estaba.» “Continuidad en los parques”, cuento de Julio Cortázar.

Otro ejemplo simplemente para reforzar el concepto. «Había partido hacía más de un mes, y cada día más y más le quería. Iba a la iglesia hacía más de treinta días, y cada día pedía más y más por ella.»

Este recurso expresivo también es usado con cierta frecuencia en algunas canciones populares, en ciertos textos litúrgicos, y también como ya se dijo en muchos textos poéticos. Así se logra cierto efecto rítmico, cierta resonancia rítmica, que por lo general transmite algo especial al oyente o receptor, preparándolo mejor para recibir el mensaje que se está emitiendo, y también así creando cierto clima espiritual propicio para la recepción de la historia y del mensaje.

El paralelismo a veces también es utilizado para con él conformar una ambientación arcaica, aprovechando la circunstancia de que esta técnica fue muy utilizada por los poetas medioevales galaicoportugueses, y que por tanto ésa es la impresión que suele dar a muchos oyentes y lectores, tanto por su reconocido uso arcaico como por la baja frecuencia de utilización en las actuales formas habladas y escritas.

El paralelismo o replicación ciertamente se puede presentar en muy variadas formas, dado que lo que se repite o se imita puede centrarse en los aspectos fonéticos, en las estructuras sintácticas, en los contenidos semánticos, en la ubicación de las pausas, en los tiempos verbales, etcétera.

Este docto interludio nos permite descubrir el uso de este recurso también en los párrafos aquí analizados, según lo que con cierta facilidad puede apreciarse comparando las dos frases que siguen.

L. Winston Smith, con la barbilla clavada en el pecho en su esfuerzo por burlar el muy molesto viento, se deslizó rápidamente por entre las puertas de cristal de las Casas de la Victoria, aunque no con la suficiente rapidez para evitar que una ráfaga polvorienta se colara con él.

M. Al fondo, un cartel de colores, demasiado grande para hallarse en un interior, estaba pegado a la pared.

Como podrá apreciarse, estas dos frases son ambas bastante largas, y ambas utilizan tres comas, o sea en ambas con claridad están marcadas tres pausas. Además, en ambas se han evitado el uso de las conjunciones “y”, “o”, recurso al que a veces se recurre cuando varias oraciones son ubicadas en una misma frase.

Bien, pensamos que muchas más observaciones y señalamientos no pueden hacerse sobre la porción de texto aquí analizada, en la medida que no se agreguen otros párrafos para el análisis, o información adicional sobre la obra completa.

Así que este ensayo literario concluye en este momento, con la esperanza que le haya aportado algo al lector.

Lo que nos puede aportar la literatura

Posibles aportes del escrito que aquí se presenta (a1)

Está bien, cualquier escrito de ficción que se encuentre bien redactado y que utilice un vocabulario florido y enriquecido, que en algún sentido tenga la particularidad de atrapar al lector, y que entre líneas o en forma explícita plantee una o varias temáticas de cierto interés social o histórico o científico o cultural, constituye de hecho un disparador que es potencialmente útil para la propia reflexión o para el debate dialéctico, construye de hecho una situación de aprendizaje que motiva y que es portadora de cultura y de sinergias…

En efecto, si el escrito en cuestión utiliza un vocabulario extendido, por cierto que directa o indirectamente la lectura y el análisis del mismo ayuda al lector a mejor manejar ese idioma, y a través de este aprendizaje directa o indirectamente le ayuda a mejor comprender la estructura social en la que vivimos, así como los paradigmas y las teorías y las normativas generadas por la humanidad en el decurso de las distintas épocas… Disfrutar un escrito de este tipo por tanto puede ser positivo, tanto para quien está aprendiendo una segunda lengua, como para quien en la enseñanza primaria o secundaria está reafirmando el uso de su propia lengua materna, y como para quien en un momento de tranquilidad y de distensión dedica un tiempo circunstancialmente libre a la lectura y al divague creativo…

Pero además, si el escrito es atrayente, si en él se hace un buen manejo de la tensión y del suspenso para mantener siempre vivo el interés del lector y no aburrirle, permite agregar una cualidad adicional… La enseñanza de algo, de una lengua extranjera, de la propia lengua materna, de una determinada cuestión vinculada con un aspecto específico de la economía o de la sociología o de la historia, la transmisión de un aviso en relación a un problema que se puede presentar o en relación a una situación potencialmente peligrosa que tal vez pueda extenderse, y también la simple y sencilla descripción de una experiencia de vida de la que eventualmente pueda extraerse sabiduría, no tienen ellas porqué ser aburridas sino todo lo contrario… Por todos los medios siempre debe buscarse un enfoque y un planteamiento que le den vida a esa enseñanza o a esa transmisión de experiencia, para así convertir la instancia educativa en un ejercicio ameno, divertido, enriquecedor…

Un escrito de ficción puede llevar consigo un mensaje o una conclusión o una temática que se invita a analizar, y estos elementos así se introducen de una manera muy espontánea y natural, sin necesidad de adoptar ese enfoque docto y formal y rígido que suele utilizarse en los textos de estudio, y que a veces y en alguna medida alejan a los lectores…

Y el escrito titulado “Un conflicto que viene de lejos” es un buen ejemplo de los múltiples objetivos que se pueden alcanzar a través de una historia de ficción…

En primer lugar, corresponde señalar que ese escrito está redactado en idioma español, aunque no obstante ello, allí se utilizan palabras, expresiones, y aún frases enteras que corresponden al francés… Por lo tanto, la historia podría ser entonces muy apta para ser utilizada en algún curso de enseñanza del idioma español orientado a personas francohablantes…

Pero además, con naturalidad allí se plantean diversos asuntos vinculados con la inmigración, con el bilingüismo y con el multiculturalismo, y también vinculados con ciertas temáticas sociales referentes a la fragmentación familiar, al desarraigo respecto del lugar de nacimiento y respecto de la cultura de origen, a la violencia que se sufre directa o indirectamente por cuestiones políticas, etcétera, etcétera…

Por último, corresponde destacar también que el escrito que se presenta en la siguiente sección claramente se divide en dos partes… En la primera parte propiamente se desarrolla la historia, mientras que en la segunda parte el escritor se dirige directamente al lector para a través de este recurso poder plantear y resaltar una serie de interesantes cuestiones sobre la historia en sí misma y sobre la forma en la que ella es presentada, y para así no dejar libradas al azar las interpretaciones personales que los lectores puedan dar a ese relato… Así, a través de este inteligente recurso táctico, explícitamente se plantean y se ponen en relieve asuntos tales como… Las temáticas del bilingüismo y del multiculturalismo… Los sentimientos humanos que afloran y que marcan rumbos… Los problemas y los sinsabores de la niñez abandonada, de la inmigración por razones económicas o políticas, de la violencia ejercida por grupos sediciosos o por grupos parapoliciales… El propio tema de la literatura y de la lectura, en integración armónica con otras vías de transmisión de cultura… Los recursos estilísticos utilizados por los escritores en las buenas obras literarias…

No corresponde extenderse más en esta introducción… Lo principal ya está dicho… Lo medular ya está planteado…

Se invita por tanto al ocasional lector a ponerse cómodo y en situación receptiva, para así disfrutar del escrito aquí muy brevemente comentado, y el cual se inserta en las líneas que siguen…

Un conflicto que viene de lejos (a2)

Ese jueves llegué a casa un poco más tarde de lo habitual. Al entrar en el condominio hice mi acostumbrada visita a la “boîte aux lettres”. La factura del teléfono, una carta de Canadá con la inconfundible letra de Antonio, y una carta cerrada y sin destinatario que supuse era de la Administración. Nada fuera de lo usual.

Al salir del ascensor en el piso cinco, de inmediato me saqué los zapatos. Ya no los aguantaba, ya no los soportaba. El par que había comprado la semana pasada en una barata sin duda era muy elegante y llamaba la atención, pero estaba destrozando mis pobres y sufridos piecitos.

No bien abrí la puerta de mi apartamento, Sultán se echó sobre mí con sus acostumbradas muestras de cariño y afecto. Ah, si al menos tuviera una mujer que me hiciera la limpieza y que de vez en cuando sacara al perro de paseo. Pero no, por el momento no me podía dar esos lujos, al menos mientras Antonio no regresara definitivamente a Lima.

Rápidamente me cambié de abrigo, me puse un par de zapatos de tacones bajos que me iban a la perfección, puse la correa a Sultán, y allá salimos al acostumbrado paseo vespertino. Sultán tenía tanta energía que no se sabía bien si él me llevaba a mí, o si yo le conducía a él.

Al final Sultán era un estorbo. Por su causa mis paseos estaban limitados, muy limitados.

Hacía ya una eternidad por ejemplo que no iba al museo del oro, allí en el distrito de Santiago de Surco. Mi última visita a ese lugar había sido hacía ya unos cuantos años, y naturalmente acompañada de mi prometido Antonio.

También por culpa de Sultán, al mediodía debía regresar a comer a casa, en lugar de ir con las compañeras y con los compañeros de trabajo a algún chifa. Ay, hace ya tanto que no saboreo un pato laqueado, como el que un día descubrí en San Isidro, en el conocido chifa Lung Fung. La comida china cantonesa sin duda es una delicia, y el mestizaje de sabores criollos y chinos de los chifas limeños con toda certeza genera las más destacadas especialidades gastronómicas peruanas, especialmente en lo que concierne a la comida agridulce.

Claro, al final ciertamente Sultán no tenía toda la culpa. Al menos algunas veces me las podría arreglar para hacer al menos un simple paseo por el centro histórico de Lima, o para ir algún fin de semana a un teatro o a un cine… La música peruana y las danzas peruanas sin duda tienen una riqueza sin parangón. Influencia nativa. También influencia africana y china. También influencia española. ¡Qué música! ¡Qué danzas! ¡Qué coloridos vestuarios! La diablada de Puno. La marinera norteña. La Zamacueca. La influencia africana y china en Perú es muy llamativa, pues entre los siglos XVII a XIX muchos esclavos llegaron a esas costas desde África, y en el siglo XIX la inmigración china fue sumamente importante. A los chinos se los traía con un contrato de trabajo que en realidad luego no se respetaba en la mayoría de los casos, obligando a los inmigrantes a trabajar de una forma que mucho se parecía al trabajo semiesclavo.

Habitualmente me encontraba tan cansada por el ajetreo de toda la semana, que no tenía ánimo para arreglarme y salir. Además, está mal que una mujer salga sola, especialmente por la noche y a algún espectáculo nocturno. Al menos en América Latina está mal. Al menos en Perú está mal.

A raíz de estos pensamientos de inmediato comencé a añorar mi adorada estadía en París. Ah, el Teatro Nacional Opéra-Comique. Ese teatro estaba situado frente a la Place Boieldieu, y estaba bien cerca de la buhardilla donde vivía, octavo piso sin ascensor. Allí con frecuencia se presentaban grupos de baile de Latinoamérica y de África. Colombia, Egipto, Perú, Costa Rica, Senegal, Bolivia, Marruecos. ¡Oh, qué inolvidables recuerdos! Mi estadía en Francia sin duda había sido maravillosa y de lo mejor. Y en París fue donde conocí el amor, el verdadero amor…

Sultán sin duda es un estorbo, pero por lo menos no deja que me deprima y que me sienta tan sola.

Las mujeres no deberían vivir solas porque necesitan alguien que las mime y que las proteja. Debería haber una ley que obligara a los hombres a formalizar una familia no bien ellos cumplieran la mayoría de edad. Y si luego de los veintidós o veintitrés añitos un hombre continuara soltero, deberían imponerle una multa o algún tipo de impuesto por ser tan desconsiderado…

Ya de regreso al apartamento, miré de reojo las cartas que resaltaban sobre la muy oscura y lustrada tapa de la mesa del comedor, y me dirigí de inmediato a la cocina diciendo: “Un momento Antonio, ya estoy contigo, me ocupo de la comida del perro y en cinco minutos estoy contigo”.

Preparé el alimento de Sultán, y deposité el mismo en el piso de la terracita. Y luego de cambiar el agua del bebedero, cerré la puerta de la terraza-lavadero. Quería estar tranquila. Quería que Sultán no me distrajera.

Prendí la lámpara de la sala, me acomodé en el sillón, y di un suave y necesario masaje a mis dolidos piecitos. Y luego de unos instantes de reposo y con los ojos entornados, me puse en movimiento y abrí la carta de Antonio.

Finalmente mi prometido no me decía nada nuevo, nada que yo no hubiera podido imaginar. Había perdido el juicio de residencia tal como ya se sospechaba, y al menos en teoría se vería forzado a salir del país a breve plazo.

Y por esto, porque no había logrado regularizar su situación en Canadá, tenía muchas ganas de ingresar a EEUU en forma clandestina. Unos amigos suyos así habían pasado sin problemas, y le habían dejado el contacto. Solamente debería reunir el dinero para el viaje, y le llevarían hasta la frontera dejándole muy cerca de un túnel ferroviario. Después el problema sería suyo. El túnel era bastante largo, y únicamente debería tener mucha atención con los trenes que con frecuencia por allí pasaban. Del otro lado del túnel y ya en territorio estadounidense, era fácil escabullirse, era muy fácil escabullirse, especialmente de noche y con clima malo, especialmente en primavera o en otoño, pues en invierno era imposible por allí pasar, y en verano sin duda había demasiado movimiento y noches demasiado cortas.

Ya fuere en EEUU ya fuere en Canadá, sin duda a Antonio le sería muy pero muy difícil levantar cabeza. O al menos eso le llevaría mucho muchísimo tiempo. Tengo que resignarme, y admitir que ya lo he perdido. Claro, hace ya tres años que se fue a probar suerte a Canadá y aún me escribe, y yo siempre le contesto. Pero esto no va a durar para siempre. Lo intuyo. Lo siento bien claro, bien clarito, en el fondo de mi alma. Tengo que resignarme. Debo resignarme. Por mi bien debo aceptar la realidad.

Puse la carta de Antonio en el sobre, y abrí la otra carta. Sin duda esperaba encontrarme con una convocatoria a asamblea de copropietarios (la que debería reexpedir al dueño), o con una aburrida circular relativa a la limpieza, o a la necesidad de evitar hacer ruidos molestos. Pero no. El muy blanco papel-carta con finas líneas azules, apenas tenía unas pocas líneas manuscritas, que expresaban lo siguiente: «Te conozco. Sé bien quien eres. Sé bien que lo hiciste, así que tenemos que hablar. Nos veremos mañana viernes a la hora 17 dentro de la Catedral que está frente a la Plaza de Armas y junto al Palacio Arzobispal. No faltes, y sé puntual. Y no te preocupes pues yo te reconoceré, así que seré yo quien primero me acercaré a ti para darme a conocer.»

¡El sobre cerrado y en blanco contenía un anónimo, pues esas escuetas y preocupantes líneas no tenían ningún tipo de firma!

Releí una y otra vez el mensaje hasta casi aprenderlo de memoria. ¡Qué disparate! ¡Quién habría podido escribirme algo así! ¿Estaría realmente dirigido a mí, o en realidad sería una nota enviada a otro apartamento y colocada por error en mi buzón?

Un escalofrío recorrió mi espalda. Esa nota me había estropeado la noche. Esa nota había conseguido intranquilizarme. ¿Y qué es lo que haría? ¿Respondería a la cita, o dejaría plantado al ignoto remitente de esta esquela?

De inmediato decidí que no iría, que no concurriría a esa extraña y enigmática cita. No correspondía. La prudencia esto me indicaba. Ni siquiera siendo hombre y por simple curiosidad respondería sumisamente a una convocatoria de este tipo, y siendo mujer menos que menos. Ciertamente los anónimos eran totalmente improcedentes.

La decisión ya tomada me tranquilizó un poco. Pero aún así esa noche tuve mucha dificultad para dormirme.

A la mañana siguiente el despertador sonó a la hora habitual, pero dejé pasar su llamado. Ya había decidido que ese día no concurriría al trabajo. Pediría el día libre pretextando que tenía un fuerte dolor de cabeza, así que a eso de las nueve llamaría al jefe para advertirle de este asunto. Y listo.

En realidad la cabeza no me dolía. Simplemente ese día parecía más sensato y sabio no salir de la casa. Era por lo de la nota, era por lo del anónimo, que sin duda tenía una redacción misteriosa e intimidante. Sin duda eso era lo mejor y lo más prudente.

No sabía bien si esa esquela estaba o no dirigida a mí, pero con certeza era más razonable y seguro estar ya en la casa a la hora de la cita. En Perú no tenía a nadie cercano a quien recurrir en caso de peligro. A esa hora pensaba encerrarme en mi dormitorio a ver televisión y con la puerta bien cerrada. El resto de la casa sería para Sultán. Si algo pasaba, el perro me defendería, o al menos causaría gran alboroto.

Mientras miraba las telenovelas y los documentales, me reía un poco de mi misma. Estaba muy segura que nada malo había hecho en mi vida. Nadie podía estar reprochándome algo o teniéndome manía. Sin duda no había cometido ningún ilícito.

En Perú mi residencia era absolutamente legal. Nadie en su sano juicio debería preocuparse por mí, a tal punto de haberse tomado la molestia de enviarme un anónimo, y a tal punto de querer causarme algún daño o darme algún disgusto.

Al apagar la televisión comencé a repasar mi vida en cámara rápida. El orfelinato en Asunción. Mis empleos como doméstica en el Paraguay. Mi ingreso de pura suerte como trabajadora en la casa particular del embajador francés en Paraguay. Luego mi viaje a París junto al diplomático y a su familia. Los cinco años de gran lujo y de poco trabajo pasados en la residencia de ese respetable grupo familiar. Luego mi negativa a continuar sirviendo a la familia en Camboya, y por tanto mi decisión de quedarme en Francia pues ya tenía la residencia legal en ese país.

Nadie nada podría reprocharme algo. Con nadie tenía deudas pendientes. Y no podía haber ninguna autoridad migratoria ni ninguna gendarmería que por alguna razón me buscara.

Ni siquiera Carlos José podía reprocharme algo. Muy por el contrario, en todo caso era yo quien tenía cosas para reprocharle a él.

¡Oh, qué errores a veces se cometen en la vida! ¿Por qué le había entregado mi corazón a ese argentino, así, sin precauciones y dándome por entero, cuando en Asunción corrientemente se decía que había que desconfiar de los argentinos, y especialmente de los argentinos-porteños?

Y yo, incauta, justamente vine a enredarme con un argentino-porteño allí en París, ciudad muy cosmopolita en donde abundan las diferentes nacionalidades, y en donde indudablemente los argentinos son minoría. París, ciudad encantadora, ciudad maravillosa, megalópolis de más de catorce millones de personas, sin duda generosamente me ofrecía miles de posibilidades. Pero no, bien podría decirse que fui paciente e inconciente, y que esperé a ese argentino como si fuera mi tabla salvadora. Oh, ¿por qué habré ido ese día a la “Maison de l’Amérique Latine” en el Boulevard Saint-Germain? Porque fue allí que conocí a Carlos José.

Por cierto, tampoco puedo ser injusta con Carlos José. Los años que pasé junto a él sin duda fueron maravillosos, emocionantes, diferentes, llenos de sentimientos hasta entonces desconocidos para mí. Sin duda ese argentino me hizo vibrar como nunca antes nadie lo había hecho. Los años pasados junto a él fueron mis mejores años.

La cultura que ahora tengo en buena medida se la debo a él. Carlos José siempre se inclinó por las artes y por la literatura y por la historia.

Junto a él visité museos y castillos casi hasta el hartazgo. Junto a él concurrí a numerosos espectáculos teatrales. Junto a él descubrí la ópera de la mejor manera, a través de una muy interesante y muy divertida representación heterodoxa que combinaba una fresca historia policial con ensayos operísticos en un teatro. En esa oportunidad disfruté trozos cortos de las mejores óperas italianas: “La traviata” de Giuseppe Verdi, “El barbero de Sevilla” (“Il barbiere di Siviglia”), ópera bufa de Giovacchino Rossini… Si hasta me acuerdo del nombre de esa obra poco ortodoxa que disfruté en un teatro en los arrabales del norte de París: “Figaro cui, Figaro lá”.

También fue Carlos José quien me indujo a inscribirme en la “Fac de Vincennes” (Paris VIII). Y gracias a él hoy día soy Licenciada en Civilización Hispánica de esa prestigiosa universidad francesa.

Yo, que nunca conocí a mis padres. Yo, que fui criada en un oscuro orfelinato paraguayo. Yo, que apenas completé tres años secundarios en Asunción. Yo, a pesar de todas estas limitantes, hoy día puedo vanagloriarme de ser egresada universitaria, y de dominar bastante bien tanto el español como el francés. Estoy orgullosa de mi misma. «Je suis fière de ma vie, je suis très fière, je suis plein d´orgueil. Il y a une belle fierté dans mes pensées.» Habiendo partido de tan bajo, sola y sin apoyo familiar, evidentemente puede decirse que logré algo.

El famoso “mai soixante-huit” sin duda tuvo sus puntos positivos, pues ampliamente abrió las puertas de dos centros universitarios en Nanterre y en Vincennes. Fue por ello que sin dificultades pude inscribirme en la Universidad del Bois de Vincennes, pues pude obtener una derogación respecto de la exigencia de tener aprobado el ciclo secundario completo. Supuestamente por el simple paso de los años, cualquier persona adquiere la madurez suficiente como para poder realizar estudios universitarios, así que a los mayores de veintiséis o veintisiete años le dejaban inscribirse en la Universidad Paris VIII con secundaria incompleta.

Está bien, tengo que reconocer que Carlos José me aportó muchas cosas positivas. Pero luego me engañó. Pero luego me abandonó. Se fue a Buenos Aires diciendo que debía atender ciertos asuntos familiares, pero que volvería en dos meses. Y luego nada. Ni una carta, ni una mísera postal, ni un llamado telefónico. Disculpándolo, como una tonta me fui a Bruselas a esperar su vuelo charter, pues por economía él había comprado un billete aéreo en una línea belga, habiendo fijado fecha de ida y de vuelta que eran inamovibles.

Con expectativa y con emoción contenida le esperé en la terminal aérea. ¡Qué tonta! ¡Qué ingenua! Pensé que vendría a pesar de su silencio.

Me abandonó como ni siquiera a un perro se abandona. ¡Qué disparate! Sus confesiones de amor parecían sinceras.

Sin duda Carlos José tenía dotes de actor, pues me tenía convencida de su cariño. Pero me engañó. Seguro que la idea de abandonarme siempre estuvo en sus planes. Como todo en París me recordaba a él, decidí irme de esa ciudad y de Francia.

¿Volver a Paraguay? Ni soñarlo. Mis recuerdos de la patria tampoco me eran gratos. Gracias a mi nacionalidad francesa conseguí un contrato de trabajo en Perú, y aquí me vine. Sin duda aquí pasaré el resto de mi existencia. Mis épocas cosmopolitas ya pasaron. Mis épocas aventureras y emocionantes ya se terminaron.

El viernes finalmente pasó, y también el fin de semana, y nada extraño ocurrió. Así que tiré el anónimo a la basura, y al lunes siguiente continué con mi vida normal, como si nada. Mi trabajo. Las tareas de la casa. Mis paseos en el barrio con Sultán. Mis lecturas tranquilas por las noches antes de dormirme.

El miércoles me acordé de Antonio, y me apresuré a escribirle.

Querido mío. Hace ya varios días que recibí tu carta. Perdona por mi retraso en contestarte, pero he tenido unos días muy moviditos…

El siguiente fin de semana llegó, y el cambio de ritmo me permitió descansar plenamente. Dormí como no había podido hacerlo en los siete días precedentes. Recuperé fuerzas, y el lunes siguiente comencé la nueva semana con bríos renovados.

Esa tardecita, ese lunes, al entrar en el condominio y retirar mi correspondencia del buzón, mi corazón pegó un brinco. Un sobre muy llamativo me esperaba. En él se indicaba el nombre completo y el apellido que me había asignado el juez paraguayo: Lucía Beatriz Umpiérrez. Lo curioso es que todo el mundo me conocía como Beatriz y no como Lucía Beatriz, así que seguro que esas señas habían sido copiadas de algún documento. Allí también se indicaba mi dirección limeña con toda precisión así como mi actual número telefónico. ¡El envío había sido confiado a un correo privado, y el sobre tenía un membrete con los datos de un estudio jurídico!

¿Qué será lo que contiene este sobre? –me pregunté con una mezcla de curiosidad e intranquilidad– El suspenso y la ansiedad me hacían cosquillas en el estómago, pero me contuve. De inmediato se me vino a la mente el asuntito del anónimo.

Después de atender a Sultán en paseo y comida, me enfrenté muy decidida al enigmático sobre. Y la carta que allí encontré me dejó estupefacta.

Por este medio se convoca a usted a concurrir a nuestras oficinas pasado mañana miércoles 12 del corriente a las 17 horas, por un tema que sin duda será de su máximo interés. Le rogamos encarecidamente que concurra. Como el tema por el cual la convocamos tiene algunas aristas delicadas, preferimos no adelantárselo en esta nota. Confíe en nosotros y venga. Somos un estudio jurídico-notarial serio, y de los más prestigiosos de Lima. Si le interesa, puede usted consultar nuestro sitio Web, donde se hace una presentación detallada de nuestra firma, de los profesionales que nos acompañan, y de nuestros principales clientes. Por cierto le reembolsaremos sus gastos de locomoción así como el eventual lucro cesante que usted pudiere tener por concurrir a nuestras oficinas en el día indicado. Además, si usted lo prefiere y para su mayor comodidad, le enviaremos una limusina para que la recoja en su domicilio o donde usted nos señale. Favor indicarnos telefónicamente si usted acepta este medio de transporte, para poder hacer los necesarios arreglos. Etcétera, etcétera, etcétera.

Todo este asunto era raro, muy raro. ¿Para qué querría entrevistarme alguien de esa oficina? ¿Y por qué estaban dispuestos a pagarme para que fuera? Por un momento pensé en mis padres. ¡De niña había pedido tanto por ellos, tanto los había necesitado! Pero de eso hacía ya demasiado tiempo, y no estaba muy segura de querer conocerlos justo ahora.

Sacudí la cabeza. Era mejor no pensar en nada. Cualquier especulación de mi parte sería sin base, y por tanto lo más probable es que fuera errada. Decidí concurrir el miércoles a la cita. Por las dudas. Por curiosidad. Por si acaso realmente fuera algo importante. Por cierto no pediría a la empresa que me vivieran a buscar, pues bien podría tomar un taxi. Después de todo, mis finanzas aún me permitían pagarme un corte de cabello y un taxi. Además, ellos habían prometido reembolsarme los gastos, así que tal vez ni siquiera tendría que gastar de mi dinero.

Y así procedí. El miércoles pedí franco en mi trabajo (de sobra tenía licencias no usufructuadas), me bañé, tuve una mañana bien tranquila, a las doce y treinta fui a la peluquería del barrio, y listo. A la hora dieciséis ya estaba merodeando cerca de la dirección de ese estudio jurídico. Era en el distrito de Miraflores, y el edificio era a todo lujo, así que la cosa no parecía demasiado arriesgada.

Me metí en una confitería, y a las dieciséis y cuarenta y cinco ya estaba tocando el timbre en la dirección que me habían dado. Sonó una chicharra y empujé la puerta. De inmediato me atendió una recepcionista.

– ¿Qué se le ofrece? –preguntó con cortesía–

– Tengo una entrevista –dije– Mi nombre es Beatriz Umpiérrez, Lucía Beatriz Umpiérrez.

– Ah, Señora Umpiérrez, la estábamos esperando. Por favor tome asiento en la salita que el Doctor Carvajal enseguida la atiende. Perdón, ¿tal vez usted prefiera esperar en el reservado en lugar de hacerlo en la sala de espera?

– No. –respondí un poco turbada– En la sala de espera está bien.

– ¿Desea la señora que se le sirva un café o una gaseosa?

– No. –respondí con rapidez– Me siento bien, y además hace poco tomé algo caliente en una confitería de la zona.

Me ubiqué en la sala de espera justo frente a un par de personas que también esperaban, un hombre y una mujer. No bien me vieron, empezaron a cuchichear entre ellos con voz bien baja. Tomé una revista, pero mi atención estaba en ese dialogado. Apenas pude percibir algo así como “se le parece bastante”. ¿Estarían hablando de mí? Por un momento me sentí ligeramente intranquila.

A los pocos minutos se abrió la puerta y alguien dijo saliendo a la salita: “Por favor, señoras, señores, pasen ustedes, el doctor Julio Carvajal les espera”.

Al entrar la puerta se cerró detrás de nosotros, y luego de los saludos y apretones de manos de rigor, comenzó el dialogado. De inmediato se me preguntó si conocía a Carlos José Rodríguez. Rápidamente respondí que sí, que lo conocía, y a mi vez pregunté donde estaba, moviéndome nerviosamente en la silla.

El señor Carvajal comenzó a responderme que en realidad no sabían con certeza donde estaba en ese momento, pero el otro señor que se había presentado como Isaac Beerman, le interrumpió diciéndome que se había alojado casi un año en su domicilio particular, en la localidad de Liniers, en la Provincia de Buenos Aires, localidad lindante con los Partidos de La Matanza y Tres de Febrero. Este asunto prometía arrancarme el llanto, y con lágrimas en los ojos atiné a pedir que se me contara lo sucedido, y preguntando si Carlos José había hablado de mí. Isaac afirmó que sí, que Carlos José en varias oportunidades había hablado de mí, a pesar de que naturalmente por su situación él era más bien reservado.

– ¡Por su situación! ¿De qué situación está hablando? –pregunté–

– Por la situación de su hermano, que era montonero. –me respondió Isaac con mucha calma, preguntándome a su vez– ¿Usted no estaba enterada de este asunto?

Moví negativamente la cabeza, y luego de unos instantes de silencio logré balbucear en voz baja: «No puede ser. Carlos José metido en política. ¡Pero si vivimos juntos un poco más de seis años, y él sólo hablaba de historia y de literatura y de poesía, y nunca de política! Además nunca me informó que tenía un hermano. A mí no me importa la política y nunca me metí en política, y aparentemente en este aspecto Carlos José era como yo. Tantas y tantas veces los amigos latinos nos invitaron a manifestaciones y actos de protesta contra las dictaduras latinoamericanas, y por cierto nosotros nunca participamos, nunca fuimos a ninguna de estas reuniones.»

– Bueno, –prosiguió Isaac con voz pausada, aún junto a su esposa que permanecía callada y sin apariencia de querer interrumpirle– probablemente lo que usted dice debe tener algo de cierto, porque por algo fue que estuvo preso un poco más de un año y luego le soltaron.

– ¡Carlos José preso! –repetí en forma mecánica, como si quisiera asegurarme que había entendido bien–

– Sí. –confirmó Isaac– Y cuando salió en libertad fue a buscarla a usted a Francia, pero no logró ubicarla. Al menos eso fue lo que él nos contó.

Ya no daba más, sentí que todo el rostro se me contraía, y sobre mi piel percibí la humedad de varias lágrimas mientras corrían por mis mejillas. Pero fui fuerte y logré reprimir el llanto.

El doctor Carvajal que hasta ese momento había permanecido en silencio, me preguntó: «Señora Umpiérrez, ¿desea usted tomar un café o alguna cosa? ¿O tal vez prefiere un vaso de agua y una aspirina?»

– Estoy bien. –dije– Pero desearía pasar al baño para lavarme la cara y maquillarme de nuevo. –y para salir del paso argumenté– No estoy acostumbrada a un ambiente tan calefaccionado.

En el baño di rienda suelta al llanto. ¡Oh, Carlos José, Carlos José! ¡Cómo debes de haber sufrido! ¡Cómo hemos sufrido ambos por culpa del destino! Mis pensamientos iban y venían en torbellino. Me miré al espejo y me vi horrible. Hacía esfuerzos pero no lograba recobrar la calma, y por ello volví al lugar de la reunión al menos unos quince o veinte minutos más tarde. El señor y la señora Beerman estaban tomando café, y junto a mi silla habían ubicado una mesita chica con café, gaseosa, agua, y un blister de aspirinas. Nerviosamente ubiqué dos aspirinas en mi boca y las tragué con un poco de agua, pidiendo a medias palabras que se me lo contara todo.

Al parecer Carlos José fue preso en averiguaciones no bien ingresó a la Argentina en 1979, y estuvo privado de libertad un poco más de un año. Luego salió, y en un plazo tal vez relativamente breve volvió a Francia a buscarme. No tenemos una gran certeza de la fecha exacta de su retorno a Francia, lo cierto es que no logró ubicarme. Eso se explica. Me mudé a Grenoble a mediados de 1980 pues ya había abandonado toda esperanza de que él volviera, y París me agobiaba. Y en 1981 partí para Perú con mi contrato de trabajo recién otorgado.

A mediados de 1982 y ya de regreso a la Argentina, Carlos José se instaló como huésped en la casa de la familia Beerman. Y una madrugada, en mayo de 1983, vino a buscarlo la policía y se lo llevó. Y a partir de allí ya no se supo más de él, al menos la familia Beerman no sabía nada más. Lo que se me contaba era todo verosímil, pero el rompecabezas no estaba completo. ¿Por qué el señor y la señora Beerman se habían molestado en viajar de Argentina a Perú a contarme todo esto? ¿Y sobre todo, cómo fue que se me localizó en Perú si no me carteaba con nadie de Paraguay o de Francia? Así que esto pregunté. El señor Beerman con voz firme dijo: «Fue el doctor Carvajal aquí presente quien me llamó varias veces a Buenos Aires, y quien nos pidió a mi esposa y a mí que viniéramos. Y este estudio jurídico es el que está sufragando todos nuestros gastos de viaje y estadía.»

Desconcertada, volví mi vista hacia el enorme escritorio, y busqué los ojos del abogado que de inmediato se puso a hablar.

– Créame señora Umpiérrez –dijo– que fue sumamente difícil ubicarla. Tengo entendido que primero se intentó localizarla en Francia, y luego se hicieron intensas pesquisas en España, Paraguay, y Argentina, todas con resultados negativos. Agencias especializadas en búsquedas de personas se dedicaron a esto con muchísimo esfuerzo y gran dedicación. Finalmente por un registro en Francia supimos de su contrato de trabajo en Perú, y a partir de allí todo fue muy fácil.

– ¿Y quién se tomó tantas molestias para ubicarme, gastando probablemente mucho dinero? –pregunté asombrada–

– Fue Jean-Pierre Bureau –respondió el abogado–

– ¿Y quién es ese señor –pregunté aún más desconcertada– No creo que lo conozca, al menos no recuerdo ese nombre.

– Bueno. –dijo el abogado con voz firme pero hablando con mucha lentitud– Tenemos muchos indicios que nos hacen suponer que es su hijo biológico.

El llanto y los sollozos me ahogaron, y todos en la habitación se acercaron a mí… Me desperté sobresaltada, pues claramente escuché los rápidos y suaves golpecitos de nudillos que se habían producido en la entrada, y de inmediato bajo la puerta pasaron un sobre no muy grande, y con bastante impulso pues el mismo logró llegar casi hasta la mitad de la habitación contigua.

Desde la cama podía ver ese sobre, así como los sillones, el amplio barcito con espejo y luces indirectas aún encendidas, y el piso oscuro y súper lustrado que brillaba. El dormitorio comunicaba con ese espacioso ambiente a través de una enorme puerta corrediza que estaba cerrada sólo a medias. Recorrí mi vista por el dormitorio, y vi las seis puertas de placares, la mesita de maquillaje con espejo y de proporciones exageradas que parecía destinada a una actriz de cine, y una puerta de dimensiones normales que por lo que se veía daba a un baño. Un enorme cobertor de plumas cubría mi cuerpo. Me di un pellizco. El dolor me aseguró que no estaba soñando. Me daba la impresión de ser la heroína de un cuento de hadas, o de un cuento de príncipes y de princesas. Corrí descalza y abrí el sobre.

Señora Lucía Beatriz Umpiérrez: Siguiendo estrictamente sus instrucciones, adjuntamos a la presente el comprobante del giro bancario telegráfico por US$ 35000 hecho hoy día en la mañana a Canadá, y a favor de Antonio Gutiérrez Ruiz. Además le informamos que su perro Sultán ya fue trasladado a una guardería limeña, institución que conoce bien los trámites legales y sanitarios necesarios para que su mascota pueda viajar a Francia a la brevedad posible. Le advertimos no obstante que debido a las vacunas y a otros trámites, el perro no podrá reunirse con ustedes en Biarritz antes de mediados del mes entrante. También nos encargaremos de entregar su apartamento arrendado a sus propietarios limeños, saldando cualquier suma que corresponda por alquileres o por otros gastos. La agencia de viajes instalada en la galería comercial del Hotel Las Palmeras de San Isidro de Lima, ya se está encargando de los pasajes de avión tanto para usted como para el señor Jean-Pierre Bureau. No dude en contactarnos por cualquier otra cosa que usted pudiera < necesitar. Le deseamos una muy buena jornada, y un mejor cierre de su estadía en el Perú. Atentos saludos. Julio Carvajal, Abogado-Director

Sentía un poquito de frío en los pies, pero igual fui descalza al escritorio que recordaba haber visto en una habitación no exageradamente grande, que junto a la enorme sala de estar, al baño, y al dormitorio de proporciones principescas, completaban el reservado de ese hotel de lujo en donde ahora me alojaba. Tomé una hoja de papel y un sobre, y con nerviosa letra escribí lo siguiente.

Mi querido Antonio: Tengo miedo por ti. No cometas una locura. No pases a EEUU en forma clandestina. Eso es muy peligroso, y no vale la pena que te arriesgues tanto. Por giro telegráfico te envío unos ahorros que tenía para una emergencia; adjunto el correspondiente comprobante. Con ese dinero contrata un buen abogado que se encargue de la apelación de tu juicio de residencia. Creo que lo mejor para ti es que te quedes en Canadá, y que allí rehagas tu vida. Por mi parte pienso volver a Francia para a mi vez iniciar una nueva vida. Bien siento que lo nuestro se enfrió, así que lo mejor es que cada cual siga su camino de la mejor manera posible. Toma el dinero que te envío como un regalo de despedida. No admitiré que me lo devuelvas. Sé bien que eres orgulloso, pero lo primordial ahora es que salgas adelante y que no arriesgues tu vida sin necesidad. Piensa en esto. En dos o tres días me tomaré un avión para Paris, y no estoy muy segura si continuaré o no escribiéndote. Muy probablemente una eventual relación epistolar a ambos nos haría más mal que bien. Y ciertamente es casi imposible que tú puedas venir a Francia o que yo pueda ir a Canadá. Suerte, mucha suerte. Beatriz

Con rapidez escribí las señas de Antonio en el sobre, y enseguida tomé el teléfono.

– Señorita, por favor, déme con la administración.

– Ah, bien, acabo de dejar correspondencia sobre mi escritorio, y desearía que la misma fuera enviada de inmediato a Canadá. Sí, habitación 1029.

– Sí, sí, por el servicio de entrega inmediata está bien, pues así el destinatario recibe el envío en pocos días y en forma segura.

Colgué y corrí al dormitorio. La cama redonda y enorme se me ocurría era un poco grotesca. Seguro que en ella podrían dormir bien tres o cuatro personas. ¡Qué inconducente lujo asiático! El llamado telefónico me sobresaltó.

– Ah, Carlos Alberto, eres tú.

– Sí, en una hora nos vemos en el lobby del hotel para ir a almorzar.

– No, no me molesta para nada que tú quieras conservar tu actual nombre francés, lo que por cierto es lo más lógico. Pero para mí siempre vas a ser Carlos Alberto Rodríguez, Carlos Alberto Rodríguez Umpiérrez.

– Ah, y muchas gracias por haberme dado los 35000 dólares americanos. En su momento Antonio me rescató de un problema, y tenía la obligación moral de devolverle este dinero no bien me fuera posible.

– Sí, besos, nos vemos.

De inmediato me metí en la ducha. El jacuzzi no sabía bien como usarlo, y además no tenía tanto tiempo ni estaba de humor como para eso.

Comencé a pensar en todo lo que me estaba ocurriendo. ¡Qué enorme cantidad de casualidades! ¡Qué cantidad de casualidades y de coincidencias! Las cosas estaban saliendo bien, muy bien, pero de chiripa. Primero la búsqueda emprendida por Carlos José en Francia y luego de que estuvo preso en Argentina. Seguro que se enteró enseguida de lo de mi embarazo, y de que me atendía en el Hospital Antoine-Béclèrc en Clamart, en la rue de la Porte de Trivaux. La portera debe de haberle informado de todo esto. Mucho más difícil para Carlos José, debe haber sido averiguar que había dado al niño en adopción. A excepción de las autoridades, casi nadie sabía de esta cuestión. Probablemente fue la sage-femme quien le informó. La partera que me atendió durante el parto y mi subsiguiente internación, fue quien me informó de los trámites de adopción cuando vio que dudaba de mi futuro, y que una de las posibilidades podría ser la de dar al bebé a un matrimonio que pudiera criarlo como Dios manda. Luego, la gran decisión de Carlos José de iniciar juicio de nulidad respecto de esa adopción, en mérito a que él no había dado su consentimiento. ¡No sé cómo se le ocurrió esa salida! ¡No sé quien pudo asesorarlo! Lo cierto es que el juez le dio la razón, y le otorgó la tenencia del niño quitándosela a la familia adoptiva.

¿Y posteriormente qué hizo Carlos José? De nuevo se fue a la Argentina, y en algún momento, enseguida que llegó o después de algunas semanas, le alquiló una pieza a Isaac Beerman. Según me contó este buen hombre, allí pasó unos cuantos meses. Carlos José durante ese tiempo salía muy poco, y casi por entero se dedicaba al niño. Pero se ve que recelaba de algo o de alguien, pues le advirtió al matrimonio Beerman que si algo pasaba, que si en algún caso él no volvía, que atendieran al niño por un par de días. Y que si su ausencia se prolongaba, que entonces avisaran a una familia en Francia que quería adoptar al niño, que seguro ellos vendrían a buscarlo.

Los temores de Carlos José se ve que eran fundados, pues una madrugada a mediados de 1983, concretamente el 26 de mayo de ese año, el matrimonio Beerman se despertó porque con gran escándalo estaban llamando a la puerta de su casa. Casi enseguida entró Carlos José al dormitorio de la pareja con el niño dormido en sus brazos, y diciendo: «Seguro que vienen a buscarme. Si alguien pregunta digan que este niño es vuestro sobrinito que está de visita. Y si luego de unos días no aparezco, ya saben lo que hacer. Los documentos del niño y todos los datos de la familia en Francia que quiere adoptarlo, están en mi bolso de mano en el placard del pasillo.»

Y el matrimonio Beerman cumplió con este pedido al pie de la letra. El jueves siguiente y ya en junio de 1983, Isaac ya estaba escribiéndole a la familia francesa cuyos datos estaban en el bolso de mano de Carlos José. Y una docena de días más tarde Monique Bureau y un abogado ya estaban llamando a la puerta de la familia Beerman en Buenos Aires. Monique no escatimó ni precauciones ni gastos. Estimando que sería arriesgado intentar llevar a Carlos Alberto a Francia con su pasaporte argentino, decidieron que lo mejor era que mi hijo viajara como si fuera hijo del hermano de Isaac, quien tenía dos hijas y cuatro hijos, el menor de los cuales apenas si tenía cuatro meses más que Carlos Alberto. Y así se hizo. Rubén Beerman, el hermano de Isaac, sufría del corazón y tenía un marcapasos, y mucho le habían recomendado no viajar en avión. Así que todos fueron a Europa en un crucero. Y en ese barco viajaron los dos matrimonios Beerman, los cinco hijos mayores de Rubén, Carlos Alberto simulando ser el sexto hijo, y también por cierto Monique Bureau. Cada uno de los chicos tenía pasaporte independiente donde se les autorizaba a viajar con cualquiera de sus padres o con terceras personas. Por suerte no hubo el más mínimo problema de documentación ni con la salida de Argentina ni con el ingreso en Francia.

Los Beerman pasaron varias semanas en los hoteles propiedad del matrimonio Bureau en Europa, y luego todos ellos regresaron a Argentina en otro crucero, los cuatro mayores y los cinco chicos. Y Carlos Alberto se quedó en Francia y allí nuevamente pasó a ser Jean-Pierre Bureau.

Al matrimonio Bureau le fue relativamente sencillo obtener entonces la custodia provisoria de Jean-Pierre y luego su custodia definitiva, aduciendo que el padre biológico de la criatura, Carlos José Rodríguez, a ellos el niño les había entregado voluntariamente, para así poder hacer un rápido viaje a la Argentina y por un tiempo limitado, pero que luego les había llamado por teléfono desde su país, informando que tenía problemas políticos, y que por muchos años probablemente no podría volver a Francia a buscar a su hijo.

¡Oh, Carlos José, Carlos José! Voluntaria o involuntariamente diste la felicidad a mucha gente, y tú fuiste el único gran perjudicado. Y a mí me diste la felicidad absoluta, me hiciste el mejor de los regalos. Con tu accionar directa o indirectamente permitiste que me reencontrara con mi hijo. Y como broche de oro, Carlos Alberto aceptó las razones que le di, justificando por qué lo había dado en adopción. Por cierto eso hice no por egoísmo o por razones mezquinas. Sé bien lo que se siente crecer sin conocer a sus padres. Y no quería que mi hijo sufriera algo parecido a lo que yo tuve que sufrir. Claro, a ti Carlos Alberto pensé que solamente te faltaría la figura paterna, pues estaba bien dispuesta a siempre estar a tu lado. Juzgué sin embargo que incluso esa sola falencia sería para ti un sacrificio demasiado grande, pues argumenté que permaneciendo a mi lado deberías crecer sin nunca siquiera haber visto a tu padre, y teniendo una madre sólo de tiempo parcial. Pues para mantenernos ciertamente hubiera tenido que trabajar muy fuerte, y hubiera podido estar a tu lado poca parte del día. Eso era lo que me angustiaba Carlos Alberto mientras te tenía en la panza, pues todo parecía indicar que esa era la vida que podría darte. Y para ti Carlos Alberto quería lo mejor de lo mejor, quería que tuvieras una infancia plena y feliz, y no la infancia oscura y desgraciada y con frustraciones que a mí me tocó vivir. Muchas gracias Carlos Alberto, por haberme comprendido y por haberme perdonado…

– Sube a la limusina, por favor… ¿Dónde quieres almorzar?

– En Lung Fung. Hoy quiero comer pato laqueado. Necesito llevarme ese sabor y ese aroma a Francia.

– Creo que ya escuchó a mi mamá. Así que directo al restaurante Lung Fung en el distrito de San Isidro. Y rápido, bien rapidito, que tenemos mucho apetito.

Fin de la historia. No sé querido lector si esta narración le agradó mucho o poquito o nada. Si cette histoire vous a plut, tant mieux. Je trouve qu’elle emmène à beaucoup de réflexions sur soi-même, et sur les événements qui sans interruption s’enchaînent dans l’entourage. Si por el contrario la historia no gustó, la escritora le autoriza a apropiarse de la trama, y modificar en este escrito todo lo que haya encontrado poco logrado. Sin duda la trama vale la realización de este esfuerzo. ¿No le parece?

En el relato precedente intenté introducir tensión y suspenso en la presentación, en cierta medida imitando el muy particular estilo aplicado reiteradamente por el conocido escritor Julio Cortázar. Este estilo consiste en poco a poco ir describiendo escenarios y situaciones, de forma de así obligar al lector a reiteradamente ir modificando sus hipótesis y sus suposiciones. Ah, este gran escritor de nacionalidad argentina pero nacido en Bélgica, sin duda mucho amaba emocionalmente a la ciudad de París, y en este sentido varios de sus cuentos provocan en mí una resonancia especial, pues con toda certeza también amo a la bellísima ciudad-luz. Moi aussi, j’adore Paris. Moi, je suis une francophile malgré ma nationalité paraguayenne.

Otra de las particularidades de presentación del escrito precedente, es que hay tres o cuatro abruptas interrupciones en la continuidad del tiempo. Este recurso estilístico también ayuda a introducir interés y emoción en el relato, pues así el lector se ve obligado a cubrir estas lagunas con su propia imaginación, y/o con recuerdos y elucubraciones eventualmente manifestados posteriormente por el personaje. La historia precedentemente presentada sin duda es ella factible, o sea tiene ella características que perfectamente podrían haberse dado en la realidad, a pesar del gran cúmulo de increíbles circunstancias, imponderables, y rebotes, que juegan con la vida y con los sentimientos de los personajes. ¡Qué enorme cantidad de casualidades están presentes en este relato! ¡Qué cantidad de casualidades y de coincidencias y de sinergias de todo tipo y color! Mi historia sin duda tiene ribetes cinematográficos. Mi historia no parece haber sido trazada por el simple azar y por un discurrir común y corriente de acontecimientos, sino que en ella parece notarse el fino y emotivo toque del Creador.

Pero además, entremezclado con la trama principal que sin duda se refiere a los sentimientos personales de Lucía Beatriz, a sus incertidumbres, a su relativa soledad, a sus estrategias de subsistencia, a sus renuncias, a sus sacrificios para con un hijo que vino sin anunciarse y para quien quiere lo mejor, también se presentan allí otras interesantes y variadas cuestiones. En primer plano se destacan los problemas de inserción y de integración de los inmigrantes, a través de los avatares particulares que sufren Antonio Gutiérrez Ruiz en Canadá, Carlos José Rodríguez en Francia, y la propia protagonista Lucía Beatriz Umpiérrez en Francia y en Perú. En mayor o menor grado esta cuestión de la inmigración está presente y ha afectado a un número muy grande de latinoamericanos, pues quien no se ha desarraigado de la patria por un período más o menos largo, en la mayoría de los casos tiene a familiares viviendo en el exterior, o al menos conoce de cerca los casos de amigos y de compañeros de trabajo que han tomado el camino de la radicación en el exterior por razones políticas o económicas o familiares o laborales, o al menos para mejor capacitarse profesionalmente.

Sin duda también está presente el drama de los niños que deben criarse en orfanatos o que son dados en adopción, así como de los niños que deben crecer con solamente un referente paterno. Otro de los asuntos visibles que también puede provocar la reflexión es el tema del bilingüismo y del biculturalismo latente o presente en muchos inmigrantes, cuestión que sin duda tiene una relevancia especial en el mundo de hoy día caracterizado por una importantísima expansión del comercio internacional y de los intercambios culturales de todo tipo, o sea caracterizado por una marcada globalización y mundialización de las actividades culturales, comerciales, y productivas. Ciertamente también se hace mención a la problemática de la sedición y de los grupos parapoliciales, los que con sus acciones en muchos casos afectan significativamente la vida de personas no especialmente comprometidas con posiciones político-ideológicas de tipo radical o extremo.

Y muy marginalmente también se alude al tema de la lectura, al señalar que ésta es una actividad regular y frecuente de la protagonista principal, de la heroína de la historia. La vida vertiginosa y agitada que llevan hoy día muchísimas personas, así como las muchas ofertas culturales y los muchos pasatiempos que hoy por hoy se ofrecen a través de la radiodifusión, a través de la teledifusión, a través de la cinematografía, a través del teatro, etcétera, etcétera, sin duda conspiran en contra de la lectura de tipo tradicional (cuentos, novelas, crónicas, ensayos, poesías, artículos periodísticos y de opinión, entrevistas, biografías, etcétera, etcétera). La voz humana, y sobre todo la combinación de sonidos e imágenes, por cierto son sumamente atrayentes, súper atrayentes y seductores. Aquí no vamos a ponernos en contra de esos medios que con toda evidencia ofrecen enormes posibilidades, y que también son vectores culturales de potencial notoria incidencia. Pero sí corresponde señalar que lo que puede transmitirse en el cinematógrafo a través de un esplendoroso decorado natural y un breve dialogado, indudablemente tiene un equivalente en la escritura que podría ser de cierta extensión y de cierta riqueza, en la medida que allí se intente describir ese paisaje natural con cierto detalle y con cierto tinte poético. Con toda evidencia todas las alternativas recién aludidas son vías o formas de expresión que no deben verse como competitivas y antagónicas sino como complementarias. Con toda evidencia los escritos obligan al lector a cubrir las lagunas con gran imaginación, con gran inventiva, con gran aportación personal, imaginación, inventiva, y aporte personal, que obviamente suelen ser menos necesarios cuando se combinan sonidos e imágenes. Con toda evidencia los escritos promueven más activamente el enriquecimiento verbal de los lectores, esto cumpliendo con mejor eficiencia y mayor profundidad a como lo hace la televisión con los televidentes. Se reitera para que quede bien claro, todos los posibles y diversos canales culturales recién mencionados, no deben verse como competitivos sino como complementarios, y entonces la actitud que debe tenerse, es la de velar para que algunos de estos medios no primen de tal forma que prácticamente anulen a algún otro. De aquí los esfuerzos que últimamente se vienen desarrollando a favor de la escritura y a favor de la lectura, actividades en donde en las últimas décadas se ha observado una franca declinación.

Y como fue dicho un poco más arriba, los entretelones de mi historia incitan al lector a plantearse un cúmulo de reflexiones sobre sí mismo, sobre los azares de la vida, sobre las increíbles casualidades con consecuencias a veces positivas y a veces negativas. Estos procesos reflexivos sin lugar a dudas también contribuyen a la mejor capacitación de los individuos, formando parte de lo que podríamos llamar educación no formal, o sea adiestramiento realizado al margen de una organización educativa bien planificada y con etapas o niveles claramente marcados. La literatura, los escritos de ficción, además de entretener, además de alegrar el espíritu, además de contribuir a una existencia más feliz y plena, sin duda también tienen un importante valor educativo-formativo de tipo no formal.

Ciudad de Dios

He visto la película, y concuerdo con casi todo lo que se sugiere y se plantea en ese interesante film…

Y mi conclusión muy resumida respecto de lo allí planteado se podría resumir así: “El que entra en Ciudad de Dios, ya no vuelve a salir de allí con vida”…

Pero entonces: ¿Es que tenemos que conformarnos con vivir en un planeta con una sociedad claramente fragmentada? ¿Es que debemos resignarnos a convivir con la pobreza, con la violencia, y con el narcotráfico?…

El film del brasilero Fernando Meirelles denuncia una situación, pero no aporta soluciones…

Desde estas líneas yo sí quisiera esbozar una posible solución, y en mi opinión ella podría estar en las ideas aportadas hace ya algunas décadas por Agustí Chalaux de Subirà…

Y con estas palabras, y desde este improvisado foro, sugiero a los lectores interesarse por el proyecto de ese notable pensador catalán… Vean ustedes los varios videos cortos producidos por el Centro de Estudios Joan Bardina… Accedan y lean los contenidos del sitio web correspondiente a la dirección electrónica que se indica a continuación: http://www.bardina.org/

Y si lo desean, lean también los contenidos de mi propio espacio web, donde por cierto me explayo sobre la problemática de la pobreza y del narcotráfico, y donde doy mis propias opiniones sobre las enormes ventajas que podrían obtenerse, si en nuestra sociedad se hiciera un uso generalizado del dinero telemático, un uso generalizado de monedas nominativas, autoexplicativas de transacciones, y manejadas a través de extendidas redes digitales de alcance mundial…

Mi nombre real completo es Juan Carlos Anselmi Elissalde, y si desean conocer a mi familia o saber algo más sobre mi persona, pueden hacerlo accediendo a la siguiente dirección web: http://jcanselmielissalde.spaces.live.com/

Nací en Uruguay y por tanto tengo la nacionalidad uruguaya, y actualmente resido en la ciudad capital de ese país: Montevideo…

He viajado mucho, y al menos he estado algunos días en casi todos los países de América y de Europa, lo que me da un panorama general muy especial sobre ciertas cuestiones políticas y sociales, que muchas otras personas obviamente no tienen…

Tengo varias áreas de interés personal, soy escritor aficionado y en tal carácter sobre todo me he dedicado a escribir cuentos cortos… Y en cuanto a deportes, siempre me ha gustado la natación…

Ciertamente tengo formación científica, y en consecuencia en general me interesa todo lo relativo a la ciencia y a la tecnología y a la investigación científica…

Y además, soy un admirador de Agustí Chalaux de Subirà y del Centro Joan Bardina, así que por consecuencia trato de difundir sus ideas en todo lo posible, tanto las que conciernen al capitalismo comunitario, como las que tienen relación con la educación en valores, y como las que directamente se refieren a la introducción y al uso generalizado del dinero telemático y escritural…

sábado, 1 de noviembre de 2008

La toma de decisiones en el plano económico

Las disponibilidades dinerarias presentes de una persona o de un grupo familiar, y las estimaciones de corto plazo de sus posibles ingresos dinerarios y de sus posibles egresos dinerarios, ciertamente condicionan ellas el comportamiento de esa persona o de ese particular grupo familiar, en relación a la satisfacción de sus respectivas y propias necesidades básicas, en relación a sus respectivos y posibles proyectos de inversión y de ahorro, en relación a sus respectivas y eventuales propensiones consumistas, en relación al cumplimiento parcial o total de sus obligaciones más inmediatas, en relación a las propias y respectivas ayudas sociales o institucionales que cada cual eventualmente estuviera dispuesto a acordar, etcétera, etcétera, etcétera…

Las decisiones financieras son diariamente y constantemente tomadas por las personas según usos y costumbres… y según los casos con mayor o menor grado de acierto… y según los casos teniendo actitudes muy prudentes y meditadas, o por el contrario adoptando resoluciones por impulso y con cierta irracionalidad… y según los casos con información adecuada o por el contrario con información inadecuada o faltante…

En el día a día y con horizonte de corto plazo, las personas toman sus decisiones financieras implícitamente o explícitamente basándose en un determinado plan financiero, el cual van corrigiendo diariamente a efectos de adecuar el mismo a las realidades del momento, y por cierto siempre teniendo como preocupación principal o siempre debiendo tener como preocupación principal la de evitar posibles o probables situaciones de estrangulamiento por falta de liquidez…

En un plano ideal o idílico, en un plano teórico, las personas siempre deberían tomar sus decisiones financieras en forma racional y meditada, analizando en cada caso el recién aludido plan financiero para allí adelantarse a analizar las entradas y salidas previsibles y/o comprometidas, y así poder determinar si el nuevo consumo de contado que se piensa realizar o si el nuevo compromiso que se piensa asumir, es o no es compatible con la propia y actual situación financiera…

Con toda evidencia y como ya se dijo, este comportamiento ideal o teórico de las personas por cierto dista mucho de ser el comportamiento común y corriente que los agentes económicos toman en el día a día…

En la futura sociedad digital tal vez las cosas podrían llegar a ser bien diferentes, en la medida que allí se estuviera utilizando el dinero digital y telemático… así, cada vez que se fuera a realizar un pago o a asumir una obligación, toda la información contable sobre la persona física o jurídica concernida podría estar disponible toda ella en línea, y por tanto entonces sería factible que un muy conveniente sistema experto digital nos pudiera estar supervisando y asesorando en todo momento…

De las cumbres andinas a los ordenadores: La lengua aymara ayuda a concretar importante trabajo de inteligencia artificial

Aunque en principio puede que el título parezca exagerado, en realidad la gramática de la lengua aymara ha sido de invalorable ayuda para el desarrollo de un sistema informático multilingüe de traducción asistida.

Nos estamos refiriendo a los trabajos del ingeniero boliviano Ivan Guzmán de Rojas sobre traducción automática entre lenguas naturales, y que ya se encuentra operativo y da traducciones razonables entre las lenguas inglés, francés, español, y alemán. El sistema informático desarrollado por este investigador lleva el nombre Atamiri, voz aymara que significa "traductor".

Quienes deseen saber más sobre este interesante asunto así como sobre el servicio de mensajes con traducción simultánea Atamiri-Qopuchawi, deberán visitar el sitio: http://www.atamiri.cc/

La sensibilidad siempre debemos tenerla a flor de piel

Debemos ser sensibles a la naturaleza profunda de las cosas…

Debemos ser sensibles a la naturaleza profunda de nuestra propia organización social, y debemos ser sensibles a las realidades de nuestro propio entorno social y natural…

Debemos ser sensibles a nuestros propios padecimientos así como a los padecimientos de los demás, y por cierto también debemos permitir que nuestro entendimiento explore y perciba las enormes posibilidades de una sana y ordenada evolución de nuestra estructura social…

Quienes hemos tenido acceso a la educación… y especialmente quienes hemos tenido acceso a una buena y plural educación formal… debemos reflexionar una y otra vez sobre los asuntos trascendentes que aquejan y que afligen a la humanidad…

Quienes alardeamos de tener cultura… y quienes hemos tenido la gran chance de frecuentar bibliotecas y mediatecas, museos, teatros y salas de espectáculos, academias científico-técnicas, galerías de arte, centros culturales, y escuelas filosóficas… tenemos la obligación ética y moral de pensar y de interesarnos de mil maneras diferentes, en todo lo concerniente a las problemáticas sociales, y especialmente en lo referente a la grave emergencia social que lamentablemente padece un importante sector de población…

Quienes logramos ver el horizonte… y quienes intuimos o imaginamos lo que podría haber más allá… debemos hacer el importante esfuerzo de comprometernos con nuestras propias ideas, y de comprometernos con los objetivos que razonablemente nosotros mismos nos hayamos fijado en base a nuestras propias y honestas reflexiones…

Quienes al ver mucho más allá del árbol así logramos ver el bosque… debemos comprometernos a generosamente comunicar a los demás nuestros proyectos… nuestras ilusiones… nuestros pensamientos… y nuestras visiones sobre una organización social más solidaria, más equitativa, más justa, y más eficiente…