Mil novecientos ochenta y cuatro
Era un luminoso y frío día de abril, y los relojes daban las trece. Winston Smith, con la barbilla clavada en el pecho en su esfuerzo por burlar el muy molesto viento, se deslizó rápidamente por entre las puertas de cristal de las Casas de la Victoria, aunque no con la suficiente rapidez para evitar que una ráfaga polvorienta se colara con él.
El vestíbulo olía a legumbres cocidas y a esteras viejas. Al fondo, un cartel de colores, demasiado grande para hallarse en un interior, estaba pegado a la pared. Éste era ocupado casi en su totalidad por un enorme rostro de más de un metro de anchura: la cara de un hombre de unos cuarenta y cinco años, con un gran bigote negro y facciones hermosas y endurecidas.
Winston se dirigió hacia las escaleras. Era inútil intentar subir en el ascensor. No funcionaba con frecuencia, y además en esta época la corriente se cortaba durante las horas diurnas. Esto era parte de las restricciones con que se preparaba la Semana del Odio.
Necesariamente tenía que subir a un séptimo piso. Con sus treinta y nueve años y una úlcera de várices por encima del tobillo derecho, subió lentamente y descansando varias veces.
En cada descansillo y frente a la puerta del ascensor, el cartelón del enorme rostro miraba desde el muro. Era uno de esos dibujos realizados de tal manera que los ojos le siguen a uno adondequiera que vaya. “EL GRAN HERMANO TE VIGILA”, decía la leyenda al pie.
Análisis de algunas frases de “Mil novecientos ochenta y cuatro”
En la sección anterior ya fueron transcriptos los cinco primeros párrafos de esta obra.
Se tratará aquí de hacer un análisis superficial y breve de estos párrafos, como una primera aproximación.
Por cierto que la hilacha de buen escritor de George Orwell se observa desde estas primeras frases.
El recurso que reiteradamente se usa en esos párrafos, es el de no decir las cosas directamente, sino obligar al lector a formar su propia composición de lugar en base a los signos y síntomas que se describen.
Véase por ejemplo la forma elegida por el escritor para dar precisiones sobre la fecha y la hora.
Véase también cómo se señala que el día está ventoso, dando detalles más o menos intrascendentes sobre la forma que adopta el protagonista para protegerse del viento, y la forma como el viento penetra en el condominio cuando se abren las puertas de cristal.
Véase también cómo se indica que el hombre tenía dificultades para caminar, y que por tanto le era penoso subir muchos pisos por las escaleras.
Véase la forma retenida para hacer explícito que se debían subir muchos pisos.
Una característica usual de muchos cuentos es la de decir las cosas en forma bastante directa, para así instrumentar economía de medios, para así lograr que el escrito finalmente no resulte ser demasiado largo.
En “1984” indudablemente Eric Arthur Blair no se preocupa por orquestar economía de medios. Claro, podría señalarse que esta interesante obra de este escritor británico es una novela y no un cuento. Sin embargo, existen cuentos en los que también se aplica esta misma técnica, como por ejemplo lo hace Julio Florencio Cortázar en “Continuidad en los parques”.
Para no sacar otro ejemplo del texto que aquí se analiza, bien podría señalarse que este recurso equivale a no decir directamente que la mujer de nuestros sueños es desordenada, sino describir su dormitorio indicando que se podía ver un sostén por aquí, las pinturas labiales entreveradas con los lápices por allá, y otras cosillas de similar tenor. Y como broche de oro añadiendo por ejemplo que en la alcoba de esta dama también había una escoba de alambre para césped, o sea allí ubicando un objeto que debería estar en un garaje o en un cuartito de herramientas, pero no en un cuarto de dormir.
Esta estrategia de no decir las cosas directamente sino dejar que el propio lector sea quien las descubra, es además especialmente conveniente cuando también se desea obligar al lector a que a lo largo de la obra varias veces reelabore sus interpretaciones y sus suposiciones.
Por ejemplo en “Cartas de mamá”, Cortázar primero anuncia que Nico tiene o tuvo un problema, introduciendo así la existencia del conflicto aunque sin dar entonces mayores precisiones. Varios párrafos más abajo se indica que Luís y Nico se pelearon, más tarde aún se advierte que ambos son hermanos, más tarde aún se señala que lo que los distancia es el robo de una novia ahora transformada en esposa de Luís.
Esta estrategia de decir las cosas por entregas, en episodios, es particularmente útil para mantener al lector muy atento e interesado en la obra, y por cierto esta técnica solamente puede ser aplicada cuando las situaciones no se dicen en forma muy directa y diáfana. Pero además, esta forma de expresarse a media lengua es la que también facilita los escritos de final abierto, recurso muy utilizado por muchos escritores, y especialmente útil para así imponerse al lector induciéndolo a que piense y reflexione.
Bien, ya se han expresado unos cuantos comentarios relativos a los primeros cinco párrafos de “1984”, así que el objetivo de elaborar un análisis breve y primario sobre estas frases sin duda está razonablemente bien cumplido.
Con más tiempo y con otro espíritu, volveremos sobre este asunto a efectos de lograr enfoques más elaborados y profundos.
Otro análisis sobre frases de “Mil novecientos ochenta y cuatro”
En cuentos, en ensayos, en escritos de todo tipo, el manejo del humor suele ser un ingrediente interesante, novedoso, estimulante, ya que atrae la atención del lector, le distiende, le provoca interés en lo que está leyendo y le incita a continuar leyendo.
Así que comenzaré el presente ensayo con un poco de humor, para así iniciar estas líneas en una forma un tanto atípica y poco ortodoxa.
Carlos, el conductor de un taller literario virtual el cual regularmente sigo, precisamente sugirió la conveniencia de hacer este ejercicio, aconseja e insiste en señalar que la brevedad es un mérito, especialmente cuando se analiza y comenta el trabajo de un compañero, o cuando esto se hace respecto de un texto de un escritor exitoso.
En efecto, la verborragia es un defecto que claramente tienen los aprendices de escritores, así que hay que parar las orejas cuando Carlos se refiere a este asunto en estos términos. En líneas generales Carlos así está dando un buen consejo.
Pero por otra parte y en nuestro caso particular, hay también otra importante razón para seguir este consejo, puesto que si no se actúa de esta forma, puesto que si en el taller generamos narraciones y ensayos demasiado largos, ello hace impracticable la discusión de los mismos en nuestras sesiones de Chat. En nuestro caso específico, esta recomendación tiene pues también un claro ingrediente pragmático, una clara necesidad práctica.
La lógica argumental manejada por Carlos es de una claridad tan diáfana, que inhibe cualquier intento de rebatirla. Los escritos largos suelen aburrir al lector.
Estimado Carlos: «Ciertamente tú tienes razón. Ciertamente tú tienes razón sobre este punto, pero así también demuestras una gran ingenuidad.»
Mi querido y estimado Carlos: ¡Cómo se te ocurre pedirle a un ingeniero con veleidades de escritor, que tenga bien desarrollado su poder de síntesis! ¡Si es más fácil pedirle peras a un olmo, que expresión breve y sintética a un ingeniero!
Durante sus estudios, quien sigue la carrera de ingeniería debe cumplir un adiestramiento lógico-deductivo de singulares características, pero por encima de todo se le enseña a ser muy analítico y detallista. Un ingeniero debe preverlo todo, debe analizarlo todo, debe considerarlo todo.
No en vano en la currícula de estudios de esta carrera universitaria, no existe ninguna materia que se llame: Matemática, sino que hay materias con títulos tales como: Análisis Matemático I, Análisis Matemático II, Análisis Matemático III, Teoría del Cálculo, Análisis Numérico, Cálculo Infinitesimal, Geometría Analítica, Geometría Proyectiva, Geometría Descriptiva, Espacios Normados, Teoría de la Numeración, Números Complejos y Transfinita, Introducción a la Topología e Introducción al Álgebra, Álgebra de Boole y Teoría de la Información, Algorítmica, Teoría de Conjuntos, Análisis Tensorial, Teoría General de Sistemas, Teoría de la Relatividad y Física Cuántica, etcétera, etcétera, etcétera.
Lo que el autor de estas líneas suele hacer ante los pedidos de Carlos, es tratar de cumplir con lo solicitado de la mejor manera posible, y luego repasar quitando frases enteras y simplificando otras. Aún así, a pesar de que así se suele eliminar más de la mitad de lo escrito, el resultado final suele ser un documento de abultada apariencia.
Hecho este introito de disculpas por la singular extensión de lo que sigue, pasaré a analizar los cinco primeros párrafos de “1984”. ¡Y verán lo que cinco inocentes párrafos pueden llegar a generar!
En un análisis superficial y primario de estos párrafos, se advierte de inmediato que el escritor evita decir las cosas en forma directa, prefiriendo más bien dar indicios aquí y allá, para que de esta forma y poco a poco, el lector vaya construyendo su propia y personal composición de entorno y de situación. La ventaja de este planteamiento sin duda es la de mantener viva la atención del lector, a la par de crear una atmósfera de tensión, misterio, incertidumbre, fruto de las informaciones omitidas, y fruto de los datos proporcionados que admiten dos o más interpretaciones posibles.
Antes de llevar el análisis más lejos, aquí efectuamos el ejercicio de reescribir estos cinco primeros párrafos, tratando precisamente de desmontar esta técnica de informaciones sugeridas o dichas a media lengua. De lo que se trata es pues de obtener otros cinco párrafos que digan más o menos lo mismo que los originales, aunque expresando las ideas en forma explícita y no en forma indirecta o incompleta. Por cierto, deberá tratarse que los nuevos párrafos también se encuentren bien redactados, y que ellos también provoquen cierta tensión y cierto misterio, lo que en alguna medida puede lograrse con la llamada técnica de la suspensión o técnica de la dilación, figura retórica que consiste en diferir en todo lo posible la referencia explícita a un sujeto o a un concepto, para así inducir ansiedad en el lector (evidentemente esto se logra colocando los términos claves al final de las oraciones, o incluso sustituyendo alguno de ellos por algún pronombre y transfiriendo ese vocablo a la siguiente frase).
1. Era un luminoso y frío día de abril, y los relojes daban las trece. Winston Smith, con la barbilla clavada en el pecho en su esfuerzo por burlar el muy molesto viento, se deslizó rápidamente por entre las puertas de cristal de las Casas de la Victoria, aunque no con la suficiente rapidez para evitar que una ráfaga polvorienta se colara con él.
1. Era un ventoso y frío día de abril al mediodía. Las Casas de la Victoria se encontraban en un polvoriento suburbio. El entorno lucía descuidado, y el citado residencial con toda evidencia estaba mal mantenido. Winston Smith entró por la puerta principal de la edificación, con una ligera dificultad debido al viento en ese momento imperante.
2. El vestíbulo olía a legumbres cocidas y a esteras viejas. Al fondo, un cartel de colores, demasiado grande para hallarse en un interior, estaba pegado a la pared. Éste era ocupado casi en su totalidad por un enorme rostro de más de un metro de anchura: la cara de un hombre de unos cuarenta y cinco años, con un gran bigote negro y facciones hermosas y endurecidas.
2. Ya en el vestíbulo con claridad percibió olores desagradables y nauseabundos. Y para colmo, desde el fondo le observaba un hombre de unos cuarenta y cinco años y bigote negro. El enorme rostro de facciones hermosas y endurecidas, estaba estampado en un afiche a colores pegado a la pared. Las dimensiones de este cartel sin duda desentonaban.
3. Winston se dirigió hacia las escaleras. Era inútil intentar subir en el ascensor. No funcionaba con frecuencia, y además en esta época la corriente se cortaba durante las horas diurnas. Esto era parte de las restricciones con que se preparaba la Semana del Odio.
3. De inmediato el hombre se dirigió a las escaleras. No valía la pena comprobar si el ascensor funcionaba o no, pues su vetustez indicaba que estaba fuera de servicio. Además, en ese tiempo la corriente se cortaba durante las horas diurnas, como parte de las restricciones que preparaban la Semana del Odio.
4. Necesariamente tenía que subir a un séptimo piso. Con sus treinta y nueve años y una úlcera de várices por encima del tobillo derecho, subió lentamente y descansando varias veces.
4. Antes de comenzar a escalar Winston exhaló un largo suspiro, pues debía subir al piso siete. Con sus treinta y nueve años ya no era ningún jovencito, y además tenía problemas circulatorios y dificultades para caminar. Así que subió lentamente y descansando varias veces.
5. En cada descansillo y frente a la puerta del ascensor, el cartelón del enorme rostro miraba desde el muro. Era uno de esos dibujos realizados de tal manera que los ojos le siguen a uno adondequiera que vaya. “EL GRAN HERMANO TE VIGILA”, decía la leyenda al pie.
5. El enorme cartelón de enorme rostro se repetía en cada piso. El dibujo estaba hecho con maestría, pues los ojos de esa figura parecían mirar al visitante adondequiera que éste fuera. Y una leyenda al pie rezaba “EL GRAN HERMANO TE VIGILA”.
Las frases que se alternan convenientementes numeradas, son muy elocuentes en mostrar los modos de expresarse en forma subrepticia y velada, frente a las formas algo más directas y explícitas de decir, así que se entiende que con lo hecho esta cuestión debe de haber quedado relativamente bien planteada y comprendida.
Otro de los asuntillos a remarcar concierne al primer párrafo, el que contiene dos frases solamente, una bastante corta que básicamente alude al mes del año y a la hora, y otra bastante larga, la que para más precisión se transcribe en las siguientes líneas.
A. Winston Smith, con la barbilla clavada en el pecho en su esfuerzo por burlar el muy molesto viento, se deslizó rápidamente por entre las puertas de cristal de las Casas de la Victoria, aunque no con la suficiente rapidez para evitar que una ráfaga polvorienta se colara con él.
Sin duda aquí se está marcando un desequilibrio, sin duda aquí se está provocando una singularidad. Una de las recomendaciones más frecuentes que se hacen a los escritores principiantes, es que eviten las frases largas y complejas, pues ellas a veces son difíciles de comprender y cansan al lector.
Con toda certeza ésta es una recomendación bastante sabia. Sin embargo el autor de “Nineteen Eighty Four” se tiró al agua, se arriesgó, y ya en el primer párrafo emplea una estructura gramatical compleja, que sin duda no es de las más frecuentes. No obstante ello, no obstante actuar en forma contraria a lo que la prudencia aconseja, esta frase larga se comprende, y aún dicha a viva voz no provoca esfuerzo en quien lee y dice, pues las comas están colocadas a espacios regulares, separando las dos oraciones subordinadas del resto, y cortando en dos a la oración principal. Obsérvese la longitud de estas oraciones: las dos oraciones secundarias son de una longitud apenas inferior a la de un renglón, y la oración principal apenas si es un poquito más larga al unir sujeto y complemento.
Sin duda con este comienzo bastante atípico y original, el escritor Eric Arthur Blair está mostrando su hilacha, está exhibiendo su temple, está poniendo en evidencia sus cualidades y habilidades como escritor (y eso que la versión que aquí se analiza es una traducción).
De este primer párrafo también podría decirse que no es la forma típica y más frecuente de iniciar una obra.
En efecto, pensemos por ejemplo en un dibujante que quiere dibujar un vaquero a caballo con un revólver en la mano. Ciertamente el dibujante comenzará primero por bosquejar la silueta de los dos cuerpos dentro de la hoja de papel, para no fallar en las proporciones, para encuadrar mejor el conjunto. A ningún dibujante se le ocurriría comenzar primero por los detalles, comenzar primero por dibujar el pasto y el revólver.
Está bien, es cierto que un escritor tiene más libertad que un dibujante en cuanto al orden de los factores que debe combinar. De todas maneras, no es infrecuente que una obra comience por un esbozo o por una descripción global del entorno físico donde se van a desarrollar los hechos, o de la problemática que se piensa tratar, o del conflicto planteado, o que se comience presentando a los personajes. Pero no, en “1984” el autor inicia el relato enumerando detalles menores e intrascendentes, sin preparar al lector para lo que va a recibir, sin decirle: “Agua va”.
Otro asuntillo concierne la aplicación de la figura retórica llamada paralelismo o replicación.
Esta figura retórica consiste en repetir una misma construcción sintáctica y/o en repetir palabras y expresiones, y/o en repetir o replicar tiempos verbales. Este recurso se puede usar para reforzar la idea de aburrimiento, o de soledad, o de nostalgia, o de tristeza, o de desesperación, o de resignación, etcétera.
También se puede usar este recurso literario para buscar algún efecto fonético especial, para marcar ritmo, para marcar sonoridad (ésta es una técnica utilizada en la prosa, para lograr un efecto sonoro y un ritmo similares o que hacen recordar a los que se presentan en el verso).
Simplemente para ejemplificar, se transcriben seguidamente un par de frases tomadas de un cuento de un conocido escritor latinoamericano, y en donde precisamente se aplica esta figura retórica.
«Los perros no debían ladrar y no ladraron. El mayordomo no estaría a esa hora y no estaba.» “Continuidad en los parques”, cuento de Julio Cortázar.
Otro ejemplo simplemente para reforzar el concepto. «Había partido hacía más de un mes, y cada día más y más le quería. Iba a la iglesia hacía más de treinta días, y cada día pedía más y más por ella.»
Este recurso expresivo también es usado con cierta frecuencia en algunas canciones populares, en ciertos textos litúrgicos, y también como ya se dijo en muchos textos poéticos. Así se logra cierto efecto rítmico, cierta resonancia rítmica, que por lo general transmite algo especial al oyente o receptor, preparándolo mejor para recibir el mensaje que se está emitiendo, y también así creando cierto clima espiritual propicio para la recepción de la historia y del mensaje.
El paralelismo a veces también es utilizado para con él conformar una ambientación arcaica, aprovechando la circunstancia de que esta técnica fue muy utilizada por los poetas medioevales galaicoportugueses, y que por tanto ésa es la impresión que suele dar a muchos oyentes y lectores, tanto por su reconocido uso arcaico como por la baja frecuencia de utilización en las actuales formas habladas y escritas.
El paralelismo o replicación ciertamente se puede presentar en muy variadas formas, dado que lo que se repite o se imita puede centrarse en los aspectos fonéticos, en las estructuras sintácticas, en los contenidos semánticos, en la ubicación de las pausas, en los tiempos verbales, etcétera.
Este docto interludio nos permite descubrir el uso de este recurso también en los párrafos aquí analizados, según lo que con cierta facilidad puede apreciarse comparando las dos frases que siguen.
L. Winston Smith, con la barbilla clavada en el pecho en su esfuerzo por burlar el muy molesto viento, se deslizó rápidamente por entre las puertas de cristal de las Casas de la Victoria, aunque no con la suficiente rapidez para evitar que una ráfaga polvorienta se colara con él.
M. Al fondo, un cartel de colores, demasiado grande para hallarse en un interior, estaba pegado a la pared.
Como podrá apreciarse, estas dos frases son ambas bastante largas, y ambas utilizan tres comas, o sea en ambas con claridad están marcadas tres pausas. Además, en ambas se han evitado el uso de las conjunciones “y”, “o”, recurso al que a veces se recurre cuando varias oraciones son ubicadas en una misma frase.
Bien, pensamos que muchas más observaciones y señalamientos no pueden hacerse sobre la porción de texto aquí analizada, en la medida que no se agreguen otros párrafos para el análisis, o información adicional sobre la obra completa.
Así que este ensayo literario concluye en este momento, con la esperanza que le haya aportado algo al lector.
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